En una especie de caricatura grotesca que refleja el nivel de inseguridad en que está sumido Haití, sin que hasta el momento se vislumbre una salida, el auto proclamado jefe supremo de las bandas criminales que aterrorizan la vecina nación, se siente con tanto poder que pone condiciones al gobierno para abandonar sus atropellos.
No conforme con ser la causa principal de la violencia en Haití, y ser el responsable de cientos de asesinatos y secuestros, Jimmy Chéerizier, mejor conocido como “Barbecue”, ahora exige una amnistía para todas las bandas como condición para desbloquear Varreaux, la principal terminal de combustibles haitiana.
¿Puede concederse amnistía a un criminal que lleva sobre sus hombros semejante cúmulo de salvajes crímenes y de acogerse semejante desafuero, equivalente a una locura, que garantía habría de que abandonarían las armas y, más importante que eso, su forma de operar, que tanta sangre ha costado para ese pueblo?
Ahora que Estados Unidos está contemplando la posibilidad de enviar tropas ante el reclamo del gobierno haitiano, Barbacue y los criminales que le siguen lo que deben es prepararse porque, sin lugar a dudas, la primera acción de una fuerza militar extranjera debe dirigirse a desarticular esas bandas criminales, apresar a sus miembros y enfrentarlos en el terreno que elijan, que no puede ser el dialogo y mucho menos la amnistía.
El frágil gobierno haitiano, contrariado en su pedido de intervención por congresistas que al parecer no les interesa o no les conviene una solución a la crisis, no debe, ni puede entrar en
trato o negociación alguna con Barbecue, pues de esa forma solo se lograría perpetuar, con mayor profundización el angustiante drama del pueblo haitiano.
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