En medio del caos y la violencia que azotan a Haití, la promesas de la comunidad internacional, de tomar medidas para abordar este doloroso drama humano, parecen desvanecerse en un mar de retórica vacía, mientras que las bandas armadas continúan sembrando el terror.
En las calles del vecino país, la vida cotidiana está marcada por la tensión y el miedo, con las bandas controlando territorios enteros, imponiendo su ley con violencia y brutalidad.
Los asesinatos son a diario, y la impunidad reina, mientras que la población haitiana sufre las consecuencias de la inacción internacional.
A pesar de los llamados desesperados de ayuda y las promesas de intervención, no se ha logrado materializar medidas concretas para ir en auxilio de Haití ante un inminente colapso y una guerra civil.
La inestabilidad del otro lado de la frontera tiene repercusiones directas en la seguridad nacional de nuestro país.
Aunque la vigilancia militar se ha reforzado en las zonas fronterizas, muchos puntos son vulnerables y facilitan el flujo de migrantes ilegales; por tal circunstancia hay justificadores temores de que puedan colarse también miembros de bandas criminales.
Esta situación representa una amenaza grave para la estabilidad de nuestra nación.
En el continente y en el mundo entero, ninguna nación u organismo, pequeño o grande, ha ofrecido a Haití de forma real y consistente el apoyo y la solidaridad brindada por la República Dominicana.
Acaso quieren que nuestro pueblo aporte más, mientras la comunidad internacional actúa con marcada indolencia.
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