Mientras el escándalo de las sobrecogedoras historias del caso del pelotero Wander Franco con una jovencita y su madre siguen su curso en la Justicia, las autoridades y la sociedad dominicana en su conjunto deberían hacer una profunda reflexión sobre el deterioro moral y la insensibilidad humana que estamos contemplando en estos días.
Como es natural, ha habido todo un estremecimiento mediático por los detalles de ese caso, pero necesitamos todo un movimiento para fortalecer la protección a los menores frente a los abusos y las malsanas intenciones de algunos adultos.
Penosamente, las relaciones de adultos con menores se han convertido en historias recurrentes y, a diferencia de algunos casos que sobresalen por la notoriedad de los personajes envueltos, muchos hechos de esta naturaleza terminan sepultados por el olvido o la impunidad.
Se requiere delinear y ejecutar acciones firmes que puedan en alguna medida prevenir que niños, niñas y adolescentes sean víctimas de violaciones y abusos que, además de daños físicos, dejan una estela de traumas emocionales difíciles de superar.
Las familias necesitan orientación y acompañamiento, sobre todo en aquellos hogares de madres solteras que trabajan y que carecen de los medios para rodear a sus hijos de un cuidado y una seguridad, por lo menos mínima.
Para esta gran labor social se necesita el concurso de entidades que trabajen en el fortalecimiento familiar, las iglesias de diferentes credos, clubes e instituciones en general interesadas en contribuir a una sociedad más justa y seguro.
Es una tarea pendiente de alto interés que debe tocar la conciencia nacional, y para emprenderla no esperar a que seamos estremecidos por otro caso sonoro.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email