Tras una larga y hasta ahora infructuosa gestión de ir en auxilio de Haití, donde prevalece el terror impuesto por bandas criminales, por fin se ha logrado dar un primer paso para el envío de una fuerza multinacional que pueda ayudar a pacificar a la vecina nación.
Aprobada en el seno de los 15 miembros que integran el Consejo de Seguridad de la ONU, la resolución tuvo un detalle relevante destacado por las agencias de prensa internacionales: Tanto Rusia como China se abstuvieron y no ejercieron su derecho a veto, en un sorprendente giro en materia geopolítica frente a Estados Unidos, principal propulsor de la iniciativa.
La medida fue bien recibida de inmediato por el presidente Abinader, quien en diferentes foros en el extranjero, había pedido la intervención de la comunidad internacional, tras subrayar que la situación había llegado ya a tales niveles de gravedad, que no admitía más demoras y que el drama haitiano no podía ser asumido solo por la Republica Dominicana.
Para Haití y su gente pobre e indefensa, que merece un mejor destino, este despliegue multinacional significa una posibilidad de alivio en la búsqueda de la paz social, la convivencia civilizada y la eventual vuelta a un orden democrático.
En medio del entusiasmo por este avance, tampoco es tiempo de cantar victoria, sino de seguir la evolución del proyecto que, según los datos preliminares, tendrá una vigencia inicial de un año y una posible prórroga, tiempo en que la fuerza multinacional tendrá entre sus misiones principales, entrenar a la Policía haitiana para que pueda controlar las bandas y restaurar la seguridad en Haití.
La resolución de la ONU, elaborada por los Estados Unidos y Ecuador, fue acogida por la cancillería haitiana, lo que adelanta el visto bueno del primer ministro Ariel Henri, quien también había solicitado el envío de tropas en misión de paz, aunque sobre el terreno probablemente no serán las palabras sino las acciones, las que permitirán restablecen el orden y la seguridad en ese país.
