Bajo el impulso de un crimen que ha estremecido la conciencia nacional por el asesinato de una pareja de predicadores evangélicos, el país se encamina nuevamente a un esfuerzo por transformar a la Policía para convertirla en un cuerpo cuyos miembros respeten y protejan la vida humana y cuiden de la paz ciudadana sin abusos ni atropellos.
La comisión designada por el presidente Abinader tiene esa crucial encomienda con la participación de destacados empresarios, periodistas y profesionales en diferentes áreas que harán sus recomendaciones con tal finalidad.
Hay que saludar cualquier iniciativa destinada a producir cambios profundos en la Policía para modernizar, pero más importante, para humanizar y lograr que aprenda a luchar contra la delincuencia mediante métodos efectivos, dejando atrás los abusos y excesos.
Sin embargo, no bastarán buenas ideas si luego de discutidas y acordadas no son llevadas a la práctica, de forma estricta y sistemática para garantizar en realidad un buen cuerpo del orden.
Para iniciar la transformación de la Policía, que no será un proceso fácil de ejecución, hay que identificar el personal más idóneo y menos maleado por las viejas prácticas. Para lograrlo, lo ideal sería partir de cero, pero en la pràctica sería ilusorio, por lo que será necesario un cronograma gradual.
En ese sentido quizás lo más complicado, aunque no imposible si hay voluntad política, es enfrentar y vencer lo que el propio presidente Abinader ha descrito como intereses que giran en torno al accionar de la Policía.
¿Cuáles son esos intereses, quienes los han mantenido y aún lo sostienen y por qué tantos intentos anteriores han fracasado en vencerlos? Estas son las preguntas más importantes y a la vez comprometedoras para el Gobierno y los integrantes de la comisión designada.
La suerte está echada y es de esperar que algún día podamos contar con una Policía como merece un país, libre, democrático y respetuoso de los derechos humanos.
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