Redacción Ciencia.- Más de un centenar de cartas enviadas entre 1757 y 1758 a marineros franceses durante la Guerra de los Siete Años, y que nunca llegaron a su destino, han sido abiertas por primera vez.
Los mensajes, escritos por las novias, esposas, padres y hermanos de los marineros, son una visión extremadamente valiosa y conmovedora de los amores, vidas y disputas familiares de toda una época, desde ancianos campesinos hasta ricas esposas de oficiales.
Las cartas no llegaron a su destino porque fueron confiscadas por la Marina Real británica y enviadas al Almirantazgo de Londres que nunca las abrió.
Pero esta colección, conservada ahora en los Archivos Nacionales de Kew (Inglaterra), acaba de ser abierta y estudiada por el profesor Renaud Morieux, de la Facultad de Historia de la Universidad de Cambridge y del Pembroke College, quien pasó meses descifrando centenares de cartas escritas a mano, algunas con una ortografía salvaje, sin puntuación ni mayúsculas.
Su trabajo acaba de publicarse en la revista Annales. Histoire, Sciences Sociales.
Distintas formas de alfabetización
Las cartas aportan nuevos y valiosos datos sobre las mujeres y los trabajadores franceses, así como sobre las distintas formas de alfabetización.
«Podría pasarme la noche escribiéndote… Soy tu siempre fiel esposa. Buenas noches, mi querido amigo. Es medianoche. Creo que es hora de que descanse», escribía Marie Dubosc a su marido, primer teniente del Galatée, un buque de guerra francés, en 1758.
Lo que Dubosc no sabía es que el barco de Louis Chambrelan -su marido-, había sido capturado por los británicos y que él nunca recibiría su carta.
Marie murió al año siguiente en El Havre, antes de que Louis fuera liberado, quien en 1761, ya a salvo en Francia, volvió a casarse.
Pero las cartas no solo transmiten amor romántico, también amor familiar y ofrecen una visión poco frecuente de las tensiones y disputas familiares en una época de guerra y ausencia prolongada.
Algunas de las cartas más notables fueron enviadas al joven marino Nicolas Quesnel desde Normandía. El 27 de enero de 1758, su madre Marguerite, de 61 años y casi con toda seguridad analfabeta, le envía un mensaje escrito por un escriba desconocido para quejarse:
«El primer día del año [es decir, el 1 de enero] has escrito a tu prometida […]. Pienso más en ti que tú en mí. […] En cualquier caso te deseo un feliz año nuevo lleno de bendiciones del Señor. Creo que estoy para la tumba, llevo tres semanas enfermo. Saluda de mi parte a Varin [un compañero de barco], es sólo su mujer quien me da tus noticias».
Semanas después, la prometida de Nicolas, Marianne, le escribió para pedirle que escribiera a su madre para que fuera un buen hijo y dejara de ponerla en una situación incómoda.
Simple curiosidad
Morieux empezó a leer las cartas por curiosidad: «Había tres pilas de cartas unidas por una cinta. Eran muy pequeñas y estaban selladas, así que pregunté al archivero si se podían abrir y así lo hizo. Me di cuenta de que era la primera persona que leía estos mensajes tan personales desde que se escribieron. Sus destinatarios no tuvieron esa oportunidad. Fue muy emotivo».
«Son cartas de experiencias humanas universales, no son exclusivas de Francia o del siglo XVIII. Cuentan cómo afrontamos todos los grandes retos de la vida. Cuando nos separamos de nuestros seres queridos por causas ajenas a nuestra voluntad, como una pandemia o una guerra… Hoy tenemos Zoom y WhatsApp. En el siglo XVIII, la gente sólo tenía cartas, pero lo que escribían nos resulta muy familiar», explica el investigador.
«Las cartas muestran a personas que afrontan retos de forma colectiva. Hoy nos resultaría muy incómodo escribir una carta a una prometida sabiendo que madres, hermanas, tíos, vecinos la leerían antes de enviarla, y que muchos otros la leerían al recibirla. Es difícil decirle a alguien lo que realmente piensas de él con gente mirando por encima del hombro. Había mucha menos división entre lo íntimo y lo colectivo», comenta Morieux.
Las mujeres y la guerra
Más de la mitad (59%) de las cartas estaban firmadas por mujeres y proporcionan valiosos datos sobre la alfabetización femenina, las redes sociales y las experiencias en tiempos de guerra.
«Estas cartas echan por tierra la idea anticuada de que la guerra es cosa de hombres», porque «mientras sus hombres estaban fuera, las mujeres dirigían la economía doméstica y tomaban decisiones económicas y políticas cruciales», defiende Morieux.
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