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Batalla Electoral 2024

Las derechas y la constituyente soberana

Este Estado se sigue pudriendo a la carrera y de las votaciones del 2016 –tal y como han sido condicionadas- no puede salir una opción que cambie esa tendencia nefasta, que está poniendo en riesgo todos los valores, la convivencia normal entre los seres humanos de esta isla, la vida y la seguridad de la misma en el más amplio sentido de la palabra.

Por eso crece la necesidad de otro Estado, otras instituciones, otro sistema jurídico-político y otro régimen económico y social  basado en una NUEVA CONSTITUCIÓN surgida de  una CONSTITUYENTE POPULAR Y SOBERANA.

Adversarios históricos y actuales

Los partidos de derecha -los que han dominado y dominan el Congreso o Asamblea Legislativa y las Alcaldías (desde el 1966 hasta la fecha)- son parte de la muralla despótica, autoritaria, clientelista, corrupta, subordinada a la gran burguesía local y transnacional, que se opone rabiosamente al establecimiento de un Poder Constituyente independiente de ese Congreso. Rechazan una Asamblea Constituyente participativa, soberana, popular, electa directamente, con nuevas normas democráticas, por el voto popular, aunque algunos de ellos, demagógicamente, cuando han estado en la oposición la han incluido en sus circunstanciales programas de gobierno.

En su gran mayoría los/as diputados/as, senadores y senadoras de esos partidos –y sus respectivas cúpulas- jamás por voluntad propia se arriesgarían a dejar de ser ASAMBLEA REVISORA de la Constitución, cediéndole el poder a la Constituyente Popular y Soberana. Igual esos partidos están comprometidos con lo esencial de la Constitución del 2010: una Constitución reaccionaria, neoliberal, antidemocrática. Ellos/as, además, o fueron siempre opuestos o renegaron del proceso que creó la  CONSTITUCIÓN DE 1963, la más avanzada de nuestra historia republicana.

Esa Constituyente tendría la misión de elaborar una nueva Constitución mediante un amplio debate que redefina  las instituciones del Estado, el país y la sociedad a que aspira el pueblo dominicano. Por eso la rechazan y resulta impensable que esta “clase política” va a aceptar en lo adelante involucrarse voluntariamente en la convocatoria de una Constituyente Popular y Soberana, que de alguna manera afectaría su status dictatorial actual, sus  intereses y ambiciones.

No habrá CONSTITUYENTE si no se la imponemos en las calles

La verdad es que no habrá CONSTITUYENTE si no se la imponemos desde las calles, campos, centros de trabajo y de estudio; mediante un gran clamor y una movilización popular multitudinaria; no la habrá si no creamos la conciencia en la sociedad que la demande; a partir de denunciar y lograr que ella capte la realidad de un Estado podrido y dictatorial como éste, y se decida a reemplazarlo.

No habrá CONSTITUYENTE si no resquebrajamos, con el pueblo movilizado en torno a sus demandas vitales,  esta institucionalidad corrompida, asaltada y asaltable por políticos y empresarios mafiosos.

No habrá CONSTITUYENTE si no se derrota políticamente y por vía no institucional  la dictadura política imperante y su sistema electoral viciado, creando una situación de ingobernabilidad bajo este injusto y decadente orden jurídico-político basado en la Constitución del 2010 y forzando a establecer otras reglas de juego.

Ejemplos suramericanos a valorar

Así precisamente aconteció en Venezuela, Ecuador y Bolivia cuando se pudrieron las viejas instituciones y el modelo neoliberal  generó una especie de catástrofe social como es la actual tendencia en nuestro querido país y en la isla.

En esos tres países suramericanos la insubordinación contra los regímenes antidemocráticos y neoliberales de turno, y las luchas y propuestas por la Constituyente antecedieron a las victorias electorales de Chávez, Correa y Evo. Sus liderazgos no se fraguaron desde partidos electoralistas, en sucesivas votaciones, sino en levantamientos cívicos-militares, sociales, indígenas… que al calor de las grandes demandas se politizaron ante la resistencia al cambio de las derechas y  los movimientos en lucha  incluyeron el reclamo del Poder Constituyente como exigencia política.

Esos tres líderes emergentes participaron y ganaron elecciones después de desarticular las maquinarias tramposas, crear nuevas situaciones y sembrar en las mentes de sus pueblos la idea de la Constituyente y los contenidos transformadores de una nueva Constitución.

Ninguno aceptó pasivamente el orden institucional y todos esgrimieron la Constituyente previamente. Incluso Chávez contribuyó a tumbar a Carlos Andrés Pérez y dejó de participar en dos elecciones; y en Ecuador y Bolivia tumbaron previamente varios presidentes.

Eso, si lo analizamos con detenimiento, es inocultable. Pero aquí el electoralismo oportunista de ciertos ex-izquierdistas, que dicen ser partidarios de esos procesos, es tan inconsistente, que aprovechándose del desconocimiento por la gente de esos hechos, se empeñan en falsear la historia reciente del continente para justificar su integración al sistema desde un endeble progresismo, ya sea a la cola de los partidos tradicionales o como polo independiente.

La Constituyente como proceso

Por eso insisto en que la creación del Poder Constituyente en nuestro país debe ser visto y asumido como un proceso a desplegar de lo pequeño a lo grande. De ahora hasta que se logre; consientes sus promotores y partidarios de que no es  alcanzable dentro de estas amañadas y corrompidas reglas de juegos  constitucionales y electorales, de que hay que producir una ruptura de esta institucionalidad y de estos mecanismos electorales. Un estremeciendo fuerte, de masas, de pueblo, que obligue a recular, a replegarse, a entrar en retirada en medio de la disputa del poder a los que hoy detentan.

Esto implica  producir paso a paso un cambio favorable en la correlación de fuerzas, un crecimiento de la conciencia colectiva y de las fuerzas transformadoras. No se trata de elegir la Constituyente con la correlación actual y bajo a la ilusoria y pesimista hipótesis de que las derechas podrían decidir involucrarse de inmediato en ella para ganarlas, si la verdad es que siempre se ha opuesto a su concreción y ahora hay más razones para que lo sigan haciendo.

Es claro que el proceso constituyente que proponemos  habrá de darse a contracorriente de las derechas y enfrentado a todos los/as que se consideran dueños de la Constitución y de la Asamblea Revisora; quienes ahora tienen el poder para reformarla a su manera, como acaban de hacerlo al servicio de la reelección de la dictadura y su nuevo jefe.

A este régimen y a su mecanismo constitucional cerrado hay que impugnarlos en las calles, convirtiendo en demanda popular la propuesta de la CONSTITUYENTE y la necesidad de una NUEVA CONSTITUCION; como se hizo con la defensa de los Haitises, con el 4% para la educación y se está haciendo con la defensa e Loma Miranda, apuntando cada vez más a la construcción de contrapoder popular y a la superación de las actuales instancias de poder.

Es necesario entender que a falta de democracia en las instituciones establecidas hay que crear democracia de calle, demandando otro modelo político, social y económico vía constituyente y forzando a la apertura de la vía para su  materialización.

Y que para dar inicio al desarrollo de la democracia de calles con esa demanda,  no se debe esperar a que se realicen y legitimicen las tramposas elecciones del 2016. La democracia de calle hay que impulsarla desde ahora, creando conciencia y organización a favor de esta propuesta, definiéndola, enriqueciéndola y explicándola como alternativa al círculo vicioso y viciado de elecciones dentro de esta institucionalidad, encadenada  a reproducir más de lo mismo. Tampoco debe sujetarse a ellas, ni ser vista dentro de ese plazo fatal. Debe antecederlas, dispuestos/as a transcenderlas, esto es, a continuar esa pelea después de los resultados del 2016.

Tres dinámicas

Primero, hay que vincular esa propuesta a todas las luchas, movilizaciones e iniciativas políticas. No como planteo puro o abstracto, sino íntimamente relacionado con la creciente degradación y empobrecimiento social, moral, económico y cultural impuesto  por este régimen, esta partidocracia y este capitalismo neoliberal.

Segundo, hay que impulsarla al calor de todas las luchas y reclamos por la vida, la soberanía, la libertad y el  bienestar colectivo; convenciendo a una mayoría activa de la pertinencia de ese paso, educando y auto-educándonos en las características y el sentido alternativo de esta propuesta.

Desde las coincidencias iniciales acerca de la imperiosa necesidad de ese objetivo, impulsando progresivamente la articulación de todos los movimientos políticos, sociales y culturales en luchas, debemos juntos/as contribuir a crear un GRAN FRENTE O MOVIMIENTO NACIONAL PRO CONSTITUYENTE; asumido también como proceso, de lo pequeño a lo grade, paso a paso; practicando la unidad de acción y haciendo acuerdos unitarios.

Tercero, vale debatir paralelamente sobre los contenidos  de la nueva Constitución desde los intereses de pueblo trabajador y los sectores oprimidos excluidos y discriminados; lo que posibilitaría convertir en programa consensuado las propuestas más avanzadas de las fuerzas transformadoras e incluso, en mayor amplitud, la propia Constitución cuando sea aprobada por la sociedad, como aconteció con la del 63.

A esas perspectivas de cambios, en situaciones tan dramáticas para la existencia de esta isla, podrían contribuir significativamente tanto la reciente Encíclica del Papa Francisco sobre la defensa de la MADRE TIERRA como el contenido de su discurso en Bolivia ante los movimientos sociales; planteando transformar el destructivo orden global capitalista para superar  las causas de la degradación humana, social y ambiental.

No perdamos tiempos jugando a la política como al sistema dominante le interesa.

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