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Las escorias del poder y la verdad (2)

ara continuar con los hallazgos, en el “Informe” de la Comisión que investigó el contrato de Punta Catalina hay más construcción de sentidos con lo que se deja de decir que con lo que se dice.

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Para continuar con los hallazgos, en el “Informe” de la Comisión que investigó el contrato de Punta Catalina hay más construcción de sentidos con lo que se deja de decir que con lo que se dice. Ya vimos que repiten el engendro de Andy Dauhjre de que la Planta nos costó un 6% menos; pero ignoran consideraciones que el propio “Informe” sostiene sobre el proceso de licitación. La primera es el lobbismo del  ex presidente Lula, admitido por Alexandrino Alencar en sus confesiones ante los fiscales electorales del Brasil el 17 de diciembre del 2016. Alencar era el contacto oficial de ODEBRECHT con Lula, y para lograr el objetivo de obtener el contrato de construcción de Punta Catalina viajó tres veces al país, dos de ellas acompañando a Lula. Hay fotos de Alexandrino Alencar, Danilo Medina y Lula. Además, el jurado era una pantomima que llevaba implícita la voluntad de responder al lobibsmo de Lula. Casi todos eran subalternos de Rubén Bichara, y los únicos dos independientes, Ramón Flores e Isidoro Santana, se asquearon del sainete y se negaron a firmar un mamotreto de adjudicación que era una falsa total (Hay que leer los interrogatorios que les hizo la propia comisión que redactó el “Informe”, y después asombrarse de que sea ésa misma comisión la que vio como “mayormente legal” la licitación, después de haber oído lo que esos dos jurados dijeron).

El colmo fue, sin embargo, lo del “competidor virtual”. Únicamente el grupo de los evaluadores subordinados de Bichara tuvieron acceso a la evaluación técnica que le otorgaba el contrato a ODEBRECHT(ver interrogatorios de Flores y Santana), y que había eliminado a los otros treinta competidores. Se sacaron del sombrero al “competidor virtual”, un imaginario tecnológico al que ODEBRECHT venció porque casi se igualaron en precio (obviando costos del terreno, salarios, transporte e impuestos nacionales, exonerados por Danilo Medina). Como era lógico, la “mayormente legal” adjudicación (ver el “Informe”) resultaba una comedia bufa. Entrampados en las escorias del poder, la comisión negaba en sus conclusiones las desplegadas informaciones con las que trabajó. Más que descubrir, encubría.

Y el otro colmo es no “haber hallado rastro de soborno” en la investigación. De lo más investigado sobre el caso ODEBRECHT la ruta del dinero tiene la primacía. En mi artículo anterior cité a Gustavo Gorriti, pero incluso la Procuraduría General de la República, que no ha investigado absolutamente nada, dejó bien claro que de los 83 millones de dólares que llegaron al país entre el 2007 y el 2015, el 75% llegó entre el 2012 y el 2015; y en ése tiempo la única obra contratada fue Punta Catalina. Esa misma Procuraduría General de la República, que no ha movido un dedo para investigar en serio, incluyó en la página 14 del expediente acusatorio de los encartados por ODEBRECHT, a Punta Catalina como una de las obras obtenidas a partir de la estrategia de soborno de la empresa brasileña. Se puede hasta inventar un cuento de ficción con el sobreprecio, como el del “competidor virtual”, pero el soborno es una viga tan grande que hasta a quien pretenda ignorarla le puede sacar los ojos. Esos comisionados podrían haberse preguntado cosas tan elementales cómo ¿adónde fueron a parar esos casi sesenta y tres millones de dólares que llegaron al país justamente después de la adjudicación de Punta Catalina?  O disyuntivas tan modestas como ¿Si, tal y como dice la Procuraduría, casi sesenta y tres millones de dólares se pagaron en soborno durante ése periodo, no sería, acaso, La Santa Catalina, el motivo de ello?  Es claro que esa comisión veía únicamente lo que Danilo Medina quería ver.

Esa Comisión es  un hito histórico y como tal será juzgada, y su “Informe” será leído como el producto de unos seres cuyos intereses, y las escorias del poder en un país de tan larga tradición autoritaria, los obligaron a ocultar una verdad que ellos en su yo interior saben que existe. Porque a pesar de todo lo que Danilo Medina ha hecho para ocultar lo ocurrido, Punta Catalina  será un monumento a la corrupción. Quizás el mayor monumento a la corrupción de la historia de este país.

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