Las religiones compiten entre sí por conquistar adeptos (feligreses). El movimiento evangélico tiene una larga historia, pero para comprender su rol político actual en América Latina, hay que situarse primero a mediados del siglo 20 en Estados Unidos.
En las décadas de 1950 y 1960, los pastores evangélicos negros jugaron un papel crucial en la movilización a favor de los derechos civiles de los negros. A ese movimiento le siguió el de las mujeres y el de las minorías sexuales (o LGTB). Todos esos movimientos tenían un elemento en común: luchaban por la ampliación de derechos.
En la contra revolución que surgió a partir de la década de 1970 (y sigue hasta el presente) para limitar los derechos de esos grupos (ahora también de los inmigrantes), el Partido Republicano encontró en los evangélicos blancos un segmento electoral clave. A cambio de apoyo, se comprometió a impulsar su agenda social conservadora que ha incluido la oposición al aborto a partir de la elevación del feto a la categoría de persona con iguales derechos que la madre, y la oposición a los derechos de las minorías sexuales mediante la condenación de su conducta sexual como pecaminosa.
Al conjugar su agenda social conservadora con la del Partido Republicano y ofrecerle muchos votantes, los evangélicos blancos desplazaron del poder a las iglesias protestantes blancas tradicionales. También masificaron los mensajes religiosos a través del tele-evangelismo y la formación de mega iglesias.
En las décadas de 1970 y 1980, América Central vivía la confrontación entre dictaduras y guerrillas en medio de la Guerra Fría. Ahí comenzó el avance de las iglesias evangélicas en los países centroamericanos, y en otros de bajo nivel educativo como Brasil y la República Dominicana.
En ese entonces dominaba en la iglesia católica latinoamericana la teología de la liberación, que tenía puntos de coincidencia con los movimientos socialistas. Pero al ascender Juan Pablo II al papado en 1978, polaco y anticomunista, la iglesia católica dio un giro a la derecha, tanto en la teología como en los nombramientos de obispos y cardenales. Igual línea siguió el Papa Benedicto XVI.
Cuando el Papa Francisco ascendió, su discurso a favor de los pobres y los inmigrantes encontró una estructura eclesial de dirección conservadora; y, además, la acumulación de escándalos de pederastias que se extendía a más países. El aire novedoso de Francisco no ha sido suficiente para apagar los fuegos.
A diferencia de la iglesia católica que tiene una estructura jerárquica de la Edad Media, las iglesias evangélicas proliferan en base al emprendedurismo religioso. Quien tenga el don de la palabra y capacidad de convocatoria, pasa por un entrenamiento para ser pastor y formar una iglesia. Según el presidente del Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE), más del 50% de las congregaciones evangélicas en la República Dominicana operan de manera independiente, no conciliar (Listín Diario, 13 de marzo 2018).
Para ganar poder político en América Latina, los evangélicos han desarrollado una estrategia de formar muchas iglesias, penetrar los medios de comunicación, y apoyar políticos que acojan sus ideas.
El asunto es más notorio a nivel presidencial donde políticos sin base electoral partidaria (los llamados “outsiders”), han recibido el apoyo de los líderes evangélicos para impulsar su agenda social conservadora. El caso más reciente es Bolsonaro en Brasil.
La iglesia católica coincide con las evangélicas en los temas del conservadurismo social, pero en las últimas décadas ha perdido feligreses y poder político en América Latina, mientras las evangélicas han ganado.
Artículo publicado en el periódico HOY
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