«Nuestro estudio revela que la diferencia significativa en las familias bacterianas entre los distintos edificios muestra que una serie de factores, como la ocupación y el diseño del edificio,
pueden tener una gran influencia en los tipos de bacterias con los que entramos en contacto», añade.
Las muestras se tomaron en 123 lavabos de entornos no clínicos de la Universidad de Reading -como aseos y baños de espacios docentes, de investigación y sociales, todos ellos lavados con regularidad- y muestran que los lavabos tienen un microbioma propio dominado por ciertas bacterias.
La zona de fontanería encontrada bajo los lavabos reveló comunidades microbianas dominadas por un grupo de bacterias llamado proteobacteria, que incluye patógenos como la ‘Salmonella’ y la ‘E. coli’, que pueden causar enfermedades graves, aunque la proporción era baja. Se encontraron concentraciones más elevadas de las bacterias comunes ‘Moraxellaceae’ y ‘Burkholderiaceae’, que pueden causar infecciones, pero son en su mayoría inofensivas para los seres humanos.
El tipo de sistema de fontanería tuvo un efecto significativo en la familia más abundante. Los coladores situados debajo del fregadero contenían bacterias ‘Moraxellaceae’, mientras que los fregaderos con un desagüe P, tenían mayores cantidades de ‘Burkholderiaceae’.
La autora principal del estudio, Zoe Withey, investigadora de doctorado de la Universidad de Reading, apunta que «las bacterias que viven en los desagües de nuestros fregaderos están condicionadas por lo que echamos directamente por ellos. Aunque esperábamos que las bacterias del intestino tuvieran un mayor impacto, causado por el entorno más amplio de un cuarto de baño, parece que, en general, las bacterias que viven en la piel de nuestras manos alimentan a la comunidad de los desagües de los lavabos».
«Esto significa que tenemos que ser muy conscientes de que lo que ponemos en nuestros lavabos está afectando a la comunidad bacteriana que hay debajo -advierte-. Es posible que no se llegue a estas zonas durante la limpieza rutinaria, y esto podría dar lugar a comunidades que contengan microbios más duros y resistentes».
El doctor Gweon espera que estos hallazgos «recuerden a la gente que las bacterias de las manos suelen seguir vivas y son capaces de crecer incluso después de haber sido lavadas, incluso en presencia de jabón y agua caliente. Es posible propagar las bacterias a las zonas circundantes del fregadero, donde pueden crecer y persistir. Para reducir la transmisión de bacterias es necesario desinfectar a fondo los fregaderos y las zonas circundantes y no solo mojarse las manos», recomienda.
El estudio se realizó en 2019, antes de la pandemia mundial causada por el Covid-19, por lo que no hay una influencia directa del aumento del lavado de manos u otros comportamientos higiénicos asociados a la pandemia en este estudio. Sin embargo, los autores señalan que la importancia de las bacterias de la piel significa que el lavado de manos estará teniendo un efecto significativo en las comunidades bacterianas de nuestros lavabos.