Estamos en campaña política y se captan pocas pinceladas de amor sincero, ¡llueve la demagogia! He estado reflexionando sobre lo que significa el amor; ha sido definido de muchas formas; coinciden en que es un sentimiento tierno, solidario, desinteresado, bien intencionado, hermoso, que experimenta una persona hacia otra y se manifiesta en el deseo de protegerla, cuidarla, en compartir alegrías y tristezas. La Biblia dice, que el amor es paciente, servicial, no es envidioso, no hace alarde, no envanece, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El verdadero amor hacia una persona o la nación no miente, no engaña, busca paz; no tiene frontera y se pone de manifiesto hasta en los detalles; es un baño al alma, que tiene el mágico encanto de serenar el espíritu, volvernos generosos, no solo con una persona sino con la humanidad.
El amor, mueve a comprender, perdonar, a buscar lo mejor del YO interior, para ayudar los demás; es la clave de la paz y debe estar en todas las actitudes y acciones del diario vivir; con su potencial se nace; si se desarrolla, surge un árbol frondoso, capaz de resistir todas las tormentas y tentaciones; las bofetadas de la vida, no lo detienen; mueve a tenderle las manos a los desposeídos. Es difícil ayudar a quienes se resisten a recibir y dar amor, generalmente, tienen otras prioridades, derivadas del orgullo, poder, la ambición, lo material, ¡dan pena!
El valioso tesoro del amor, no se vende, es fuerte, transparente, no envuelve demagogia; traspasa muros buscando el alma de los confundidos y de los pobres, para ayudarlos. Si cada ser humano fumigara con amor su entorno, el mundo fuera un bello jardín; no olvidemos que es la vía de acercarnos a Dios, de imitar su hijo, Jesús. Lamentablemente, muchos prepotentes, se resisten a liberarlo, aunque se autodestruyan; suelen mal interpretar los que aman; olvidan que la vida es una y que se desliza suavemente, cuando la conduce el amor.
Indiscutiblemente, ese sentimiento, honesto, natural, espontaneo, que se observa en la mirada, en el comportamiento, no es solo para una persona, familia, debe ser para todos los seres vivientes. Los dirigentes de los sectores político, económico, social, cultural deben actuar con amor, sin discriminación, si realmente, desean el bienestar de la población; quienes lo esgrimen con demagogia, olvidan que Dios los observa y puede pellizcarlos, para que cambien el rumbo. Si los líderes políticos, se unieran para sacar las yerbas malas y sembrar amor, la cosecha sería justa distribución de la riqueza, armonía, paz, no lucha de intereses.
Duele ver padres de familias y líderes nacionales, enseñando la juventud, a aferrarse a lo material, al poder, a engañar, en lugar de educarla para que vivan tranquilos, compartiendo amor, donde quiera que se encuentren; cooperando, con sus ideas y acciones, en la formación de un mundo donde reine la justicia y sean útiles a la sociedad.
Indiscutiblemente, dar amor, serena el espíritu, nos vuelve generosos, comprensivos, mejor ser humano; enseña a ser feliz con pocas cosas, a ayudar el prójimo, a compartir sin esperar nada a cambio. Ojala los líderes políticos esgriman el amor ¡con fe!; urge una estructura, una plataforma, donde podamos vivir unidos, tranquilos, en armonía, en paz.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email