Hay personas en nuestro medio, entre los que figuran políticos, empresarios, deportistas, artistas, entre otros, que creen que nunca van a morir, que son eternos, y al respecto el sabio Salomón dice que Dios ha puesto eternidad en el corazón del hombre sin que éste alcance a entender la obra que el Creador ha hecho desde el principio hasta el fin (Eclesiastés 3:11). Esas personas solo viven para sí mismo, acabando con todo, como el famoso “Barbarazo”, del merengue aquel.
Muchos luchan por obtener fortunas a como de lugar, creyendo que eso es lo más importante durante su existencia, y a veces utilizan la violencia, en sus distintas vertientes, como un arma poderosa para lograr su propósito, por la falsa creencia de que sus hechos pecaminosos quedarán impunes, porque confían en la debilidad de nuestro sistema judicial, pero olvidan que de la justicia divina nadie se escapa. Eso lo dije en un artículo anterior, e insisto que es una realidad que se está viviendo aquí.
Admiramos a un poderoso empresario del país, que cree en la justicia social, al invitar a sus colegas a colaborar con nuestra sociedad a fin de crear fuentes de trabajo, con el propósito de disminuir la pobreza extrema que actualmente nos arropa. Está consciente que cuando se siembra bien, se cosecha buenos frutos.
Al respecto, la Biblia dice: El que se deleita en agradar a Dios “será como el árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”, (Salmos 1:3).
El apóstol Pablo, al referirse a los que siembran el bien o el mal, dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pue todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”, (Gálatas 6:7-8).
En cuanto a la justicia humana, de la cual tanto se habla y se critica, el sabio Salomón expresa que “en lugar del juicio, allí hay impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad”, “y dije en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace”, (Eclesiastés 3:16-17). Duras verdades de este gran sabio de la antigüedad que, además, fue Rey de Israel, durante el siglo de oro de esa nación.
Nuestro país se jacta de tener buenas leyes y códigos penales, pero, lamentablemente, éstos no se cumplen, convirtiéndose, de hecho, en simples pedazos de papel, por la inexistencia de una voluntad política que obligue a la Justicia a su cumplimiento, no importando a quien se le aplique. Se tiene la percepción de la inexistencia de la independencia judicial, por casos que conocemos bien. Nuestra Justicia debe obrar bien para evitar los cuestionamientos.
El que viole las leyes, no importa quien sea, ni el rango social, económico y político que tenga, debe de sufrir las consecuencias de sus hechos punibles. En los tribunales existen expedientes, que duermen el sueño eterno, de personas que han defraudado el Estado y en caso de conocerse, se aplica un no ha lugar u otros mecanismos legales, y todo queda ahí, como si nada hubiera pasado.
En cambio, si un desarrapado Juan de lo Palote, se roba una gallina para darle de comer a su familia, es denunciado, apresado y le cae todo el peso de la ley, pero a los delincuentes de cuellos blancos, que roban millones de pesos, no les pasa nada en este país. Dicen que la Justicia es ciega, pero aquí tiene ojos para condenar a los pobres, y no a los corruptos que roban los dineros del pueblo.
“Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal”, afirma Salomón en Eclesiastés 8:11 . Es decir, su descendencia será también maligna como sus progenitores.
En cuanto a la realidad de la brevedad de la vida, el predicador dice además que “no hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee”, (Eclesiastés 8:8). El hombre conoce el día de su nacimiento, pero desconoce el de su muerte, que puede ser en cualquier momento, no importando su edad ni su salud. Y peor aún si ha vivido de espalda a Dios.
Sin embargo, el apóstol Pablo dice que para su salvación el hombre pecador debe recordar que la “bondad de Dios se manifestó en la persona de su Hijo amado Jesucristo, nuestro Salvador y su amor para con los hombres, y nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamienro de la regeneración y por la renovación en el espíritu Santo”, (Tito 3:4-5).
Al respecto, Jesucristo advierte “pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye a si mismo?” (Lucas 8:25). Además, revela que “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). También te invita a “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas os serán añadidas”, ( Mateo 6:33).
Cuando Jesús inició su ministerio, al hacer un llamado a los pecadores, “comenzó a predicar y decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, (Mateo 4:17). Amigo lector, si oye este llamado de Jesús y lo recibe, disfrutará de la vida eterna que solo él te puede dar. Bendiciones.
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