La irrupción del “Manifiesto Comunista” de Marx en 1848 dio inicio a una búsqueda del poder por todo el mundo de parte de los seguidores de esa ideología. En Estados Unidos hacia finales del siglo XIX y sobre todo en la parte oeste del bajo Manhattan, ya existía tanto el Partido Comunista como sus publicaciones, estimulados por recientes migrantes europeos, sobre todo judíos. En Chile ese partido se estableció en 1912. La revolución en la Unión Soviética iniciada en 1917 dio origen al primer régimen comunista y después de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos y Europa temiendo que Francia e Italia, entre otros países del continente europeo, cayeran bajo el control del régimen estalinista crearon la OTAN, una alianza militar. En el Reino Unido los socialistas le ganaron las elecciones a Churchill. Por todo esto surgió también el Plan Marshall y la guerra fría, pero paralelamente se dio en Estados Unidos el macartismo, una histeria anticomunista que, por cierto, hoy día está prevaleciendo entre la extrema derecha de ese país. Si no lo cree, sintonice a Fox News. Moscú hizo esfuerzos por llevar el comunismo a otros países con visitas de líderes comunistas a esa ciudad y el financiamiento subversivo de partidos de izquierda por todo el mundo.
Con el advenimiento de Fidel Castro al poder en 1959 la guerra fría se trasladó al Caribe. Trujillo desapareció físicamente apenas cinco semanas después de la fracasada invasión de Playa Girón y Bosch ganó las elecciones apenas dos meses después de la crisis de los misiles. Es probable que si Trujillo hubiese muerto en 1950 y Bosch hubiese ganado las elecciones en 1951 la histeria anticomunista que provocó su caída no se hubiera dado. En nuestro país entre 1959 y 1973 fueron perseguidos y asesinados por lo menos unos cien comunistas.
La Unión Soviética contaba con armas nucleares pero con unas fuerzas armadas débiles y una economía en muy malas condiciones debido a muy mal concebidos planes quinquenales que hasta provocaron hambrunas. Excepto en Cuba, fracasaron sus esfuerzos por exportar la revolución. Hoy día de ese comunismo queda poco en Rusia y los oligarcas, herederos de las antiguas empresas públicas de la Unión Soviética, controlan la situación.
China, el otro gran movimiento comunista, celebró la semana pasada los cien años de la fundación de su Partido Comunista. Cuenta con la segunda economía más poderosa del mundo que se proyecta superará a la norteamericana en pocos años. Estados Unidos hoy día sufre de muchas debilidades políticas y sociales. Inversionistas extranjeros se instalan en China aprovechando su gran desarrollo tecnológico. Antes visitaban Pekín los grandes líderes comunistas y ahora lo hacen los grandes líderes empresariales. China ya no trata de exportar su revolución como antes y ya no hay Partidos Comunistas chinos de importancia fuera de sus fronteras. A diferencia de Rusia (hasta la caída del muro de Berlín) China no hizo esfuerzos por expandir su ideología.
Hoy día China políticamente está muy estable, como lo estuvo durante otras dinastías, como la Ming. El partido único lo controla todo. Ya tomó a Hong Kong y aspira a hacer lo mismo con su antigua provincia de Taiwán. La oposición es controlada con el uso de la inteligencia artificial, con cámaras de reconocimiento facial por doquier. El “gran hermano” orwelliano controla todo. Pero los chinos han prosperado mucho económicamente. Son mucho mejor educados, cuentan con mayores ingresos, con amplia seguridad social, servicios médicos así como viviendas apropiadas. De empobrecidos campesinos han pasado a bien educados obreros. Se sienten mucho mejor pero no pueden hablar bajo esta “democracia socialista”. Pero como dijo Confucio: “Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad”.
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