Una de las peores cosas en la vida es esforzarse en ser el mejor, en dar el mayor esfuerzo, ser trabajador, honesto y responsable y que otra persona se lleve el mérito de tus esfuerzos ya sea en la vida laboral o en cualquier aspecto de nuestra vida. No sé si te ha tocado vivir una situación similar, pero lo único que deja es un sabor amargo y se desea tirar la toalla, dejarlo todo por la injusticia vivida.
Muchas personas deciden desanimarse, amargarse de por vida, culparse y sentirse que no son nadie, que nunca serán valorados a pesar de todos sus esfuerzos. Se sienten humillados. A estos el Señor les dice:
“Porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido,” Mateo 23:12.
“Comerán los humildes, y serán saciados; Alabarán a Jehová los que le buscan; Vivirá vuestro corazón para siempre,” Salmo 22:26.
Otras personas deciden seguir intentándolo, es caer y levantarnos, volvernos a caer y volvernos a levantar, seguir siempre adelante, llorar si hay que llorar y reír si hay que reír. Ser un verdadero ganador no es ser enaltecido o alcanzar fama y reconocimiento.
Lógicamente todo el mundo quiere que sus méritos sean reconocidos, pero realmente se es un ganador cuando no se deja pasar una oportunidad para seguir adelante, los que deciden no tomar su vida como una carrera cosechando triunfos y cosas materiales, sino que buscan madurar y crecer.
Los ganadores reconocen que sus fuerzas no provienen de ellos mismos sino de Dios y dependen de Él. Los ganadores son los que lo intentan y si fallan, lo vuelven a intentar. Los ganadores son personas que decidieron que algo pase con sus vidas.
Sé un ganador de verdad, porque ser el número uno no es importante; lo importante es ser hijo de Dios y seguir adelante hasta llegar a la meta…
“Yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha y te dice: NO TEMAS, YO TE AYUDO.” Isaías 41:13.
Dios te bendiga grandemente….
Fuente: Palabras de vida.
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