Quizás en la ONU no entienden por qué acudimos a su asamblea general para explicar por fuñésima vez que la comunidad internacional posee una obligación moral, y la ONU un deber legal, de intervenir en Haití tras la confesión de su ilegítimo gobierno de que ha perdido control del territorio.
Que en esta isla de negros caribeños no nos entendemos unos con otros, ni los haitianos entre sí, no lo sienten como problema suyo. Cuando Abinader dice “lo que ocurre en Haití es una ruptura del orden público por parte de elementos criminales sin ninguna reivindicación política o ideológica”, quizás les entre por un oído y salga por el otro. Todas las palabras, incluso el llamado de Biden a que la ONU actúe, no bastan sin voluntad efectiva para accionar.
Si lo que falta es una resolución de la ONU, ojalá ayude esta reciente ronda de esfuerzos dominicanos para que ese desdichado territorio recupere el orden, la paz, la prosperidad y –sobre todo— su propia legalidad. Mientras tanto, a Luis digámosle como se atribuye a Balaguer en otra circunstancia: “Insista, ¡insista!”.
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