La familia como cualquier otra estructura social o de cualquier tipo, requiere y necesita de un orden, este orden implica funciones, responsabilidades, derechos y deberes.
Por la vulnerabilidad en que nacemos los humanos necesitamos del cuidado físico y sobretodo emocional de los adultos a cargo hasta la mayoría de edad, que es cuando se supone estamos listos para asumirnos de manera madura y responsable.
Por paradoja de la vida, ni los adultos estamos nunca lo suficientemente listos para sumir a los hijos y a las hijas, ni ellos en la mayoría de los casos para asumirse a si mismos al hacerse adultos.
Recibí en mi consulta hace unas semanas, a una madre de tres varones que hoy tienen 19, 16 y 14 años. Me cuenta que está viviendo una situación muy difícil con el mayor.
Luego de escuchar su relato, inicié mi labor terapéutica de elaborar posibles hipótesis de las razones por la que están ocurriendo los hechos que me contaba la señora.
Llegué a la conclusión clínica de que el chico, ya mayor de edad, aprovechándose de la culpa que siente la madre manipula e intenta mantener una lucha de poder con ella. Le echa en cara cada vez que puede su errores como madre, la descalifica y le dice palabras hirientes.
Ella como la mayoría de las mujeres llegó a la maternidad con muy poca información, e intentó hacer su mejor esfuerzo, de corazón, con los recursos a su disposición y por ensayo y error les ha ofrecido junto a su pareja la oportunidad a sus hijos de superarlos en educación y calidad de vida.
Posiblemente y como nos pasa a muchos padres de clase media haciendo más esfuerzo del posible y a veces cuidándolos más de la cuenta, en el afán de hacer una buena función como criadores.
Producto de un proceso terapéutico asumido como familia en años anteriores esta madre, adquirió un poco más de información, trabajó los límites, distribuyó responsabilidades, pero como la mayoría de las madres, todavía se seguía sintiendo culpable por todas las conductas de su descendencia y su hijo mayor ha manipulado hasta ahora esta emoción de su madre.
Quiero aprovechar este caso para decirles, sobretodo a las madres, que ellas no son responsables ni de todas las conductas positivas de sus hijos ni de todas las negativas.
Los hijos y las hijas, sobretodo cuando ya se hacen adultos tienen la responsabilidad de tomar decisiones, asumir su libre albedrío y hasta editar la historia que han vivido con sus padres.
Como siempre le digo a los padres y a las madres, la culpa solo sirve para bajar la autoestima, auto castigarnos y no intentar nuevas soluciones.
Siempre les digo que podemos ser responsables, más no culpables, pues esta implica intención de hacer daño, alevosía y la mayoría de los padres y madres queremos lo mejor para nuestros hijos y tomamos la mayoría de las decisiones por amor, solo que a veces el amor va a requerir, poner límites, regular, establecer reglas y consecuencias para cuando estas no se cumplan.
De manera, que como madre despida la culpa, acepte con humildad sus errores y dese la oportunidad de recomenzar, haciendo borrón y cuenta nueva, pues las facturas emocionales, luego que se saldan no se sacaliñan nunca jamás.
Si es necesario, pídales perdón a sus hijos y acepte lo que con respeto ellos le hagan ver con relación a sus decisiones.
Luego de esto, con la cabeza en alto siga con su tarea de criar y cuando un hijo o hija de manera inadecuada y faltándole el respeto le eche un error en cara no se lo permita, converse sobre la emoción que ambos sienten y háblele del esfuerzo que con amor durante todos estos años ha significado para usted la tarea de darles lo poco o mucho que han ofrecido con los pocos o muchos recursos que la vida, su historia y la información que ha obtenido en el camino le han permitido.
Buena Suerte!!!!!
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