Para todo gran militar, no hay mayor orgullo que recibir una medalla reconociendo su esfuerzo, su valentía y su lucha por una causa. Para mí, la foto que acompaña este artículo muestra las mías otorgadas por la lucha más importante que es la de nuestra salud, libertad y felicidad.
Cada vez que por algún motivo me ha tocado comentar sobre ser hipertensa, la reacción siempre es la misma “tan joven?” Hay situaciones de las que no tenemos control e incluso, sin darnos cuenta, nos afectan en formas muy inesperadas. Las largas noches de insomnio y tristeza por no entender cuál era el plan de Dios para mi con esta prueba me hicieron cuestionar mis proyectos, mis ideas y cuáles eran las metas que realmente tenía y cómo en poco tiempo podría lograrlas ya que a veces no sabía qué sería lo que me dirían en la próxima cita médica.
La lección que he aprendido y que ojalá pueda compartir con todo el que pase por una situación como la mía y pueda ayudar es la siguiente: vivir la vida sin prisa. Contrario a varios médicos que decían que no había estrés que a tan joven edad pudiera causarlo, el proceso de reflexión y autoconocimiento que empecé a llevar me hizo darme cuenta que la mayor parte de mi problema era psicosomático. Ahí entonces empecé a hacer las cosas que antes hacía y que por solo priorizar el éxito profesional descuidaba: leer libros, pasear por la zona colonial, escuchar música clásica y a visitar más museos. Los cambios no fueron inmediatos, pero el proceso de recuperación se ha vuelto ameno al abrirme a que también otros quieran ayudarme a mí, rodearme de personas con ideales y proyectos similares a los míos y que tengan como su norte una sensibilidad al desarrollo social y espiritual de todos los individuos.
Muchas veces nos turbamos por situaciones que no nos permiten ver mucho más allá y eso nos limita de descubrir y disfrutar de lo que verdaderamente nos hace felices. Incluso nuestro entorno a veces nos condiciona a sentirnos solos y a recluirnos por ser diferentes, pero debemos saber estar en paz con nosotros mismos y aceptarnos antes que esperar aceptación de los demás. Nuestros defectos debemos llevarlos como medallas que nos distingan y aprender de ellos, mejorarlos, transformarlos para aprender a ver la vida como un proceso de cambio constante, porque lo inmóvil no da lugar a seguir hacia adelante.
Recomendación de la semana: Leer “La Metamorfosis” de Franz Kafka.