I- A manera de introducción
1.- Si fuera una persona supersticiosa, actuara con la creencia de que mi madre me parió para que todo lo comprobara mediante la práctica, o sea, llevando a cabo en lo que debo creer.
2.- Así, por ejemplo, conozco lo que es el Estado como órgano represivo, porque he sentido la represión material mediante golpes físicos en mi cuerpo, y la coerción espiritual al mis adversarios prohibirme, en determinados momentos, expresar libremente mis ideas.
3.- De igual manera, estoy debidamente informado de la diferencia en el trato que brindan los médicos dominicanos a sus pacientes, y cómo los asisten los galenos ubicados en países extranjeros, en particular en los Estados Unidos.
I.- Calidez o sequedad en los médicos
4.- Tengo calidad para opinar del proceder de la generalidad de los galenos en los centros de salud estadounidenses, porque así como he estado en busca de sanación en mi país, he hecho lo mismo en diferentes ciudades y centros hospitalarios de los Estados Unidos.
5.- Porque ahora se ha puesto muy de moda que cualquiera de mis connacionales pudientes, si se siente un dolor de cabeza, de una vez decide irse a territorio norteamericano, para allí ser atendido, he creído oportuno exponer mi sentir en lo que se refiere al roce, a la relación del médico dominicano y su colega en los Estados Unidos, con el dominicano que padece una enfermedad y busca curarse.
6.- El objetivo de este escrito no es abordar el tema de la capacidad del facultativo nacional y su semejante que ejerce en territorio norteamericano. No procuro establecer equivalencia y discrepancia en conocimientos, sino en el celo, en el afán de que el enfermo sienta el calor humano.
7.- Para mí, y es posible que para cualquier ser humano que busca salud, la calidez del galeno es de un gran valor para la condición anímica del paciente, porque el ardor anima el espíritu decaído.
8.- La afectuosidad demostrada por el médico ante el que está quebrantado, le hace bien porque la cordialidad le llega suavemente al alma, haciéndole sentir que está frente a quien le va a devolver su sanidad.
9.- Aquel que asiste a la consulta médica porque siente un malestar físico, o una molestia espiritual, busca apoyo en esa persona que, se supone, lo ha de recibir con sentido sociable, y no con el rostro adusto que en lugar de alegría transmite pesimismo.
10.- El que está enfermo, sale hacia el extranjero en procura de sanarse y se encuentra con un galeno con cara de poco amable, de seguro que se le incrementa su quebranto, porque el facultativo de mal carácter espanta hasta la posibilidad de sanar al que requiere salud.
II- Experiencia como resultado de lo vivido
11.- La experiencia que tengo, resultado de mi asistencia en distintas épocas y por diferentes quebrantos, propios y de familiares, ante médicos norteamericanos, es el de un trato seco. Se nota la falta de calor, nada de entusiasmo y mucha frialdad.
12.- Mil veces me he lamentado salir de mi país hacia Estados Unidos, en busca de sanación y encontrarme con ese médico que me inspira desesperanza, porque le veo ceñudo, intratable. Me he acostumbrado a tratarme con facultativos que por su cordialidad inspiran confianza.
13.- Las personas enfermas, lo menos que quieren es ser pacientes de profesionales de las ciencias médicas que con su presencia agudizan el quebranto y ya en la consulta el intercambio de palabras es una agravante de la lesión.
14.- Cualquier persona que esté aquí quebrantada, si es asistida por un buen médico dominicano, a no ser que su tratamiento requiera equipos de alta tecnología, nunca, jamás, deje su cuido en el país para irse a Estados Unidos.
15.- Nosotros, los habitantes de la República Dominicana, contamos con profesionales de la medicina, sumamente talentosos, capaces, honestos y, lo más importante, transmiten calor humano a sus pacientes.
16.- Estar ante un galeno sensible que ejerce su profesión apegada a la ética y a la decencia, es caer en manos humanistas. Ese clínico que asiste al enfermo que anda al galope detrás de su salud, lo encontramos lleno de bondad en nuestro país, interesado en sanar al enfermo que a él se ha entregado.
17.- El médico general o el especialista, no importa el edificio anticuado o moderno donde está ubicado su consultorio, lo tenemos aquí, a nuestro alcance, siempre dispuesto para atender al enfermo; y con el mejor medicamento que ofrece, que es el trato sencillo para ese ser humano que en situación de desesperación necesita quien de buen gusto, con buena cara y temperamento afable le devuelva la salud.
Ideas finales
18.- Nuestra condición de caribeños, históricamente vejados y maltratados por minorías nativas y potencias coloniales, si estamos enfermos y abandonamos el lar nativo buscando curación, quisiéramos ser tratados por un terapeuta que genere delicadeza y proceder humanitario, no indiferencia y sequedad.
19.- Ese médico nada sociable, dado al laconismo, inmutable y con cara de presagio, no es el que estamos acostumbrados a tratar cuantas veces hemos tocado la puerta de su consultorio.
20.- En nuestro medio tenemos por costumbre encontrarnos con el facultativo que al recibir al paciente, de inmediato demuestra compenetración, susceptible actitud, exhibe cara de compasión y muestra su afecto cuando con ternura se acerca al enfermo.
21.- Lo que he expuesto respecto a la diferencia en el trato brindado al paciente por el médico dominicano y su colega norteamericano, es el resultado de mis vivencias, con las cuales no pretendo generalizar. He escrito partiendo de situaciones concretas reiteradas, las cuales he vivido con pesares.
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