Las veo y siempre me asombro: Milagros e Ivelisse, por aquí, por allá, hablando, opinando, aconsejando, escribiendo. Las veo, Milagros e Ivelisse, y me asombra su pasión juvenil por el futuro de un país que siempre han soñado grande, luminoso y justo. Las veo, Milagros e Ivelisse, y me asombra que sigan sosteniendo su alegría, su tristeza y su rabia por todo lo bueno y malo que sucede en esta mordiente realidad tan cargada de absurdos y fracasos. Las veo, Milagros e Ivelisse, a sus ochenta y pico, y pienso que ha sido un privilegio tener entre nosotros, desde hace muchos años, a estas oficiantes de nuestros mejores sueños ciudadanos.