Un querido amigo mío, criado en la vieja y eterna tradición pesimista dominicana, que asume como verdad la manifiesta mentira de que los dominicanos somos vagos por naturaleza, que consideramos, como el negrito del batey, que el trabajo “es un enemigo” y “lo hizo Dios como castigo”, acostumbra a decir, basándose en la célebre e hipócrita consigna del tirano Rafael L. Trujillo de que “mis mejores amigos son los hombres de trabajo”, que los dominicanos somos todos antitrujillistas.
Hoy podría decirse que, para algunos políticos y líderes de opinión, sus mejores enemigos son los empresarios. Basta con observar el creciente malestar anti empresarial evidenciado en: (i) el repudio a las alianzas público privadas, que son la única vía efectiva para construir las infraestructuras necesarias en base a capital nacional y extranjero, sin tener que acudir a la cada día mayor deuda pública y/o incrementar la ya pesada carga tributaria sobre quienes pagan impuestos; (ii) el declarado objetivo de algunos sectores políticos de destruir el sistema de seguridad social con la estatización de las administradoras de fondos de pensiones y de riesgos de salud; (iii) la satanización de los instrumentos del mercado de capitales, a pesar de que contribuyen a un capitalismo popular basado en la democratización del capital para el surgimiento de una democracia de accionistas; y (iv) el terrorismo judicial contra las empresas mineras socialmente responsables.
A este síndrome anti capitalista se suma ahora la conversión de aquellos empresarios que se dedican a la creación de empleos en Haití, con el beneficioso efecto de disminuir la presión migratoria haitiana hacia nuestro territorio y contribuir a la creación de empleos y riqueza del lado dominicano, especialmente en la abandonada frontera, en enemigos públicos internos cara al Estado dominicano, que ha decidido cerrar temporalmente la frontera, causando pérdidas económicas millonarias, según alegan pequeños, medianos y grandes empresarios.
Se trata de un malestar azuzado con premeditación y alevosía por los profesionales de la politización del resentimiento social, que procede de arriba más que de abajo, de irresponsables señoritos de izquierda y de derecha, con su insoportable moralina demagógica, alimentada por la insaciable furia de las redes sociales contra los chivos expiatorios, que no son más que los empresarios tildados de “parásitos sociales”.
Se busca de ese modo asentar un peligroso liderazgo populista, adanista, buenista, para sustituir a la “casta podrida” de los “los oligarcas de siempre” y sus “lacayos” políticos y llevar al poder a un “mesianismo de la represalia”, simple cólera individual transformada en supuesto interés colectivo, que encarne las demandas vengativas de las masas supuestamente indignadas.
¡Estamos jugando con fuego! Sin perjuicio de las fundadas críticas que pudiesen hacerse a un sector rentista del empresariado y a las empresas beneficiarias de un “capitalismo de amiguetes” que se demuestre que violen las leyes, uno de los mayores activos de la democracia, el desarrollo económico y de la paz social dominicana, aparte de una ciudadanía y una clase política que históricamente ha rechazado el autoritarismo y el populismo, es un empresariado comprometido con los intereses nacionales, leal a la democracia institucional, sostenedor de un generoso y responsable mecenazgo y filantropía socialmente responsable y que apuesta a vivir en el país y tener sus empresas y riqueza en el suelo nacional.
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