En el crepúsculo del siglo XlX, cuando apenas iniciaba la inmigración americana e inglesa hacia nuestro territorio atraídos por los recursos auríferos en especial la fiebre del oro, en California había alguien que no paraba de dar vueltas en su cabeza la idea de convertirse en un gran minero y ser reconocido por todos como el descubridor de cosas misteriosas de una tierra que apenas se levantaba del polvo.
En los márgenes de los ríos Haina e Isabela, los cuales atraviesan la demarcación geográfica, el primero al suroeste y el segundo al noreste. Encallo…
Pasó poco tiempo en su búsqueda para que empezara a darse cuenta de que lo que buscaba era más que las pepitas de oro. Para la época aún quedaban algunos hijos lejanos de los guerrilleros y mezclados de tainos de la isla con la antigua costumbre de lavar piedras a orillas del rio en busca del metal y por ellos supo que había un tesoro desconocido artesanal sin develar en lo profundo de la zona.
En su momento cuando pudo llegar a las colinas y subió sus cumbres que le cedía la vista de todo el altibajo de lo que hoy es el Gran Santo Domingo, pues inmediatamente se quedó admirado, con pocas palabras en la boca la bautizó como “Beautiful Hills” o “Las Lomas lindas”, sitio que hoy en día junto a la cuaba las personas adineradas compran sus terrenos para tener un escape cerca de la ciudad. Esto ha provocado que allí se establezcan casas de campo y zonas de golf, ha sido lugar selecto por peloteros y gente honrada, ¡bueno! y también por Capos, Generales del Dican, Políticos de dudosa reputación entre otros que han hecho lo que sea con tal de adquirir alguno de sus prestigiosos terrenos.
Conforme a relatos copilados hace unos años con varias personas ancianas de esa época y ya fallecidas, El Profesor Juan Bosch siempre decía que en estas colinas junto a las de Villa Altagracia siempre llueve porque hay oro.
Destacar que ayudó a muchas personas por el sentido social que tenía, a raíz de eso hoy día hay un municipio de Santo Domingo que lleva su nombre ya que le tomo tanto amor a quienes les rodeaban que hizo asiento definitivo en lo que para entonces alcanzó la categoría de paraje que llevaba por nombre Hatillo Yacó.
Este inmigrante californiano, de origen inglés logró adquirir gran parte del territorio que lo conforma en una gran finca que bautizó con su nombre: “Mr. Peter Dorse Brand, o Pedro Brand”.
Como convirtió gran parte de esa tierra en siembra cocotero, las personas y los lugareños que visitaban su casa por primera vez se iban con un saco de coco, a la segunda visita volvía y le hacia el regalo pero esta vez le añadía una planta del fruto en señal de que si quería volver a beber o comerlo pues tenía que sembrarlo, debido a tantas plantas del mismo le comenzaron a llamar El Coco de Pedro Brand.
Escribí estas líneas para que vean que no todo lo que se ve a diario en ese lugar es solo maldad, corrupción y muerte, también hay mucha gran historia que quisiéramos contar pero por razones de espacio hoy nos quedaremos cortos…
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email