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Neuroplasticidad: el sorprendente poder del cerebro para repararse a diario y aprender toda la vida

Neuronas

Adquirir cualquier nueva habilidad requiere cambios en nuestro cerebro. Por ejemplo, escuchar y producir música generan cambios funcionales en la red motora cerebral y sus conexiones con el sistema auditivo.

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Redacción.- El doctor español Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia y el primer científico que describió la estructura de las neuronas, decía que “todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Hoy se sabe que nuestros hábitos y costumbres esculpen realmente este órgano, el mayor del sistema nervioso central y centro de control del cuerpo, durante toda la vida.

El doctor Claudio G. Waisburg (MN 98128), médico y neurocientífico, director del Instituto SOMA y ex jefe de Neurología Infantojuvenil de Ineco y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, dijo a Infobae: “La plasticidad cerebral o la neuroplasticidad es la capacidad que tiene el cerebro, el sistema nervioso, para cambiar su estructura y su funcionamiento a medida en que van pasando los años de vida. Esto tiene que ver con cómo se adapta a la reacción y a la diversidad del entorno”.

“En pocas palabras -agregó el médico- la neuroplasticidad cerebral es cómo la experiencia modifica la arquitectura de la corteza cerebral. Es la facultad que tiene el cerebro para recuperarse y reestructurarse. Así que la experiencia o aprendizaje es la modificación de la corteza. Y este fenómeno es lo que denominamos neuroplasticidad. Y es una forma casi adaptativa que el sistema nervioso tiene para reponerse frente a estímulos nocivos, trastornos, lesiones y en este punto se une al fenómeno de la neuroresiliencia, que es el fortalecimiento frente a la adversidad que pueda sufrir el cerebro”.

Victoria Aldinio (MN 148547), médica del servicio de Neurología del Hospital Alemán, explicó a Infobae: “La neuroplasticidad es muy importante porque en situaciones en las que hay una enfermedad como puede ser, por ejemplo, el Parkinson o una demencia tipo Alzheimer, el cerebro readapta sus funciones a esta situación nueva. Entonces, esto nos permite adquirir nuevas habilidades y conocimientos”, explicó la especialista.

Por ejemplo, una persona que ha sufrido una lesión cerebral, a causa de un tumor, un traumatismo craneoencefálico o, lo más habitual, un accidente cerebrovascular (ACV), puede sufrir graves consecuencias en el cerebro y en la vida cotidiana. Las secuelas pueden afectar actividades como caminar, mover las extremidades, hablar o recordar.

¿Cómo puede la persona afectada volver a realizar esas actividades de la misma forma que antes? Gracias al cerebro, que aunque fue afectado y modificado bruscamente, también es capaz de adaptarse y cambiar, con esfuerzo y ayuda profesional.

Así, por ejemplo, una terapia sobre el lenguaje es capaz de recuperar el funcionamiento de las regiones del hemisferio izquierdo dañadas y sus conexiones. Incluso puede provocar cambios en las estructuras del hemisferio derecho, ayudando aún más a la recuperación.

La especialista y máster en hipertensión arterial e investigadora del Conicet, Carol Kotliar, dijo en Infobae: “Hasta ahora, la ciencia nos dijo que el cerebro tenía un tiempo de vida útil y empezaba a decaer, con un umbral de deterioro a diferente edad, dependiendo de los genes y el estilo de vida. Desde hace un tiempo comprendimos que el cerebro puede seguir cambiando su estructura, aprendiendo y mejorando hasta el último día de nuestras vidas”.

Lo que importa es la interconectividad

El cerebro está conformado por más de 100.000 millones de neuronas, sin embargo, no interesa tanto la cantidad como la conexión entre ellas. Así explicó el doctor Waisburg:

“Claramente no importa la cantidad de neuronas, de hecho un bebé recién nacido en el momento del nacimiento pierde un número de neuronas. ¿Qué es lo que hace que el perímetro cefálico crezca 2 centímetros por mes durante los primeros 6 meses y 1 centímetro mensual hasta completar el año? El estímulo que genera crecimiento es a expensas del aumento de interconexiones. Es decir, una neurona se comunica con otra a través de la sinapsis, que es el espacio que hay entre ellas sin que se toquen, donde mediadores químicos llamados neurotransmisores van a pasar de una a otra cuando la neurona se desestabiliza eléctricamente y es la forma en la que ellas “hablan”.

Sin embargo, Waisburg enfatizó que el rol de una neurona sola no sirve para nada. Lo importante es la interconectividad. La complejidad del cerebro crece cuando aumenta el número de interconexiones cerebrales.

“Entonces el cerebro o el perímetro cefálico que empuja el hueso para que crezca el cerebro de un bebé, aumenta a expensas del número de interconexiones y de la mielinización, que es la cobertura que le va a dar mayor velocidad al nervio, es como si fuera la protección plástica que tiene un cable de cobre. Es decir, que lo importante es la interconectividad y que el cerebro funciona en red. Casi que el objetivo de una neurona es llegar al mayor número de miles y millones de interconexiones que tienen que haber entre las neuronas para que se “hablen” armónicamente como si fueran una orquesta musical que está finamente dirigida por un director que es la corteza prefrontal”, afirmó el neurocientífico.
Cómo funciona el cerebro al aprender

Adquirir cualquier nueva habilidad requiere cambios en nuestro cerebro. Por ejemplo, escuchar y producir música generan cambios funcionales en la red motora cerebral y sus conexiones con el sistema auditivo.

En una entrevista con Infobae, el doctor Julián Bustin, jefe de Gerontopsiquiatría y de la Clínica de la Memoria de Ineco afirmó que se demostró que “ejercitarse regularmente, la estimulación cognitiva y la actividad social aumentan la sensación de bienestar personal en todas las personas, especialmente en las mayores de 60 años”. Y estas actividades contribuyen a la neuroplasticidad.

También se producen transformaciones importantes cuando aprendemos un nuevo idioma. Esto ocurre tanto en jóvenes como en adultos y personas mayores, y sucede a corto plazo. Cuando empezamos a familiarizarnos con el idioma, con su vocabulario y sus estructuras gramaticales, nuestro cerebro ya experimenta las modificaciones que posibilitan que nos podamos expresar en una nueva lengua.

La experiencia es la causante de esos cambios. Un estudio muy conocido reveló que los taxistas de Londres, expertos en memorizar las calles de la ciudad y conducir por ellas, presentaron un mayor volumen de lo normal en determinadas zonas del hipocampo. Esta región cerebral, perteneciente al sistema límbico y situada en nuestro lóbulo temporal, está asociada a nuestra memoria, en especial, a la espacial y a la capacidad de orientación.

Más interesante aún, un estudio comparó a los conductores de taxi con los colectiveros (que suelen repetir siempre el mismo camino) y solo los primeros presentaron estas diferencias en su hipocampo. Esto descarta que pudiera deberse a otras variables, como las distintas capacidades de conducción o el estrés que conlleva ese trabajo.
Actividad física, un “rejuvenecedor” mental

La doctora Aldinio explicó que el ejercicio físico favorece nuestro cerebro porque retrasa la aparición de ciertas enfermedades: “No sólo disminuye el riesgo cardiovascular, sino que también reduce la aparición de ciertas enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y la enfermedad de Parkinson”.

Por su parte, el doctor Waisburg agregó: “La actividad física es es un fenómeno neuroprotector, quien la practica por más de 30 minutos por día además de la liberación de endorfinas, dopamina, serotonina y endocannabinoides, positivos para el ánimo y el bienestar, mejora todas los funciones cerebrales cognitivas. Favorece la velocidad de procesamiento y la atención, ayuda a la memoria, al aprendizaje, consolida conocimientos. Según un estudio de Harvard, produce el impulso a la generación de nuevas conexiones en el cerebro y ayuda a mantener en forma esta actividad. Si pensamos al cerebro como un músculo, hacer actividad física ayuda a mantener ese músculo en forma”, explicó.

Y ejemplificó que en estudios de neuroimágenes funcionales se puede ver cómo las personas que hacen actividad física frente a las que no la hacen, tienen un grosor distinto de su corteza cerebral y muestran una edad diferente a su edad cronológica”.

Caminar rápido, nadar o andar en bicicleta son buenas actividades físicas para nuestro cerebro porque implican un esfuerzo cardiovascular. Pero si, además, trabajamos la coordinación y el pensamiento, mucho mejor. Por eso, los deportes de equipo como el fútbol o el basquetbol son beneficiosos para este órgano.
Así se potencia la agilidad mental

El doctor Waisburg explicó: “Volviendo al ejemplo del cerebro como un músculo, la gimnasia cerebral o la estimulación cognitiva busca mantenerlo en forma fomentando la generación de nuevas interconexiones, revitalizando las que ya existen y modificando positivamente las presentes. La capacidad de atención, el grado de concentración, tienen una cuota de genética, pero el entorno, la estimulación y cómo modificamos y entrenamos nuestro cerebro va a permitir que funcione más armónica y fluidamente. Siempre debemos ayudar a preservar nuestra reserva cognitiva. Cuidarla desde el día que nacemos para que cuando seamos más grandes, la podamos seguir cultivando”.

Dos ejercicios sencillos que favorecen nuestro cerebro son:

  • Repasar el día. Antes de acostarnos, dedicar unos minutos a recordar lo que hicimos a lo largo de la jornada. La idea es hacerlo a diario. Mejora la capacidad de observación y concentración.
  • – Usar el tacto para distinguir objetos. Solemos hacerlo con la vista, pero si utilizamos el tacto para, por ejemplo, distinguir un objeto cualquiera que tengamos en el bolsillo, se estimulan áreas cerebrales que suelen trabajar menos.
  • Practicar 15 minutos al día de ejercicios o juegos de entrenamiento cerebral mejora la agilidad mental y la velocidad de procesamiento.

También es indispensable tener un sueño saludable y revitalizador, levantarse descansado habiendo dormido profundamente. Es primordial para mejorar la memoria. Mientras dormimos, se pone en marcha toda una maquinaria de limpieza que elimina productos tóxicos del cerebro.

“Hay que dormir las horas necesarias de acuerdo a la edad, evitar el contacto con la luz azul (la que emiten los celulares, tabletas, televisión y computadora) al irnos a la cama, ya que interfieren con un buen descanso”, dijo el médico y agregó: “Hay que desafiar al cerebro con cosas novedosas que generen nuevas interconexiones. La creatividad estimula siempre el aprendizaje. Si no hay motivación, el cerebro no aprende. La lectura de libros, la escritura, aprender un instrumento musical o cantar generan un estímulo positivo al bienestar cerebral”.

Relacionarse socialmente también mejora la neuroplasticidad. “La interacción social, los vínculos son aspectos importantes junto con la educación como factores protectores frente a las enfermedades neurodegenerativas y mejoran la sobrevida. También hay que cuidarse del consumo de sustancias como drogas ilícitas y alcohol y tabaco”, señaló Waisburg.

Una buena idea para favorecer los beneficios de la socialización es hacer las cosas en compañía (ir al gimnasio, salir a caminar, asistir a clase de baile) o ir a tomar un café con un amigo para charlar y estimular así la mente.

La meditación es otra aliada. La evidencia científica apoya su práctica regular como técnica para lograr un mayor control de la atención. Experimentos de neuroimagen han demostrado que practicar media hora al día de meditación fortalece la corteza prefrontal del cerebro, el cuartel general de la conducta y la cognición.

Por otro lado, la alimentación regula el conjunto de microorganismos –microbiota– que habita en nuestro intestino. Hoy se sabe que la relación entre el intestino y el cerebro está involucrada en los procesos de crecimiento y plasticidad neuronal que acompañan al aprendizaje. También destaca el papel de la dieta en la regulación del estado de ánimo.

Finalmente, la práctica de una gimnasia cerebral beneficia a todos. En chicos, se ayuda a potenciar la creatividad, la atención en el aquí y ahora, estimular el aprendizaje, la lectoescritura, a generar mejoras en la coordinación y va a tener un efecto ansiolítico y preventivo de la hiperactividad. En adultos, va a fortalecer la capacidad de memoria, retención de nombres, lugares, anécdotas y direcciones, va a brindar mayor confianza y mejora de la autoestima y eso va a generar seguridad emocional y corporal porque va a dar mayor satisfacción de hacer ejercicios que redunden en un éxito”, concluyó Waiburg.

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