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¡Ni en el “wild west”!

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José Báez Guerrero.

La inaudita acción de los policías de San Francisco de Macorís quienes armas en mano sacaron de la cárcel a un agente que era juzgado por asesinato de un ciudadano, es un peligroso indicador de hasta dónde la “mansa anarquía” que nos arropa ha ido permeándolo todo.

Al general encargado de esa plaza alguna gente lo ha elogiado por alegadamente asumir la responsabilidad de la acción, dizque porque la tropa se sublevó al entender que al agente detenido se le iba a envenenar estando en manos de la Justicia. Aun si esa peregrina versión tuviese fundamento, ni en las historias del lejano y salvaje oeste norteamericano hay incidentes que demuestren tanto desparpajo o desprecio por la autoridad de la Justicia.

En caso de que ese haya sido el caso, ¿no aconsejaba la prudencia y el respeto a la ley y la autoridad que la Policía comunicase a los fiscales o a los jueces la información sobre el supuesto intento de envenenamiento para investigar la denuncia y salvaguardar la integridad del imputado?

Aun en el caso de que la víctima del agente encausado haya sido el peor delincuente, ésos también poseen derechos ciudadanos que incluyen la vida y ser juzgados en un tribunal cuando violen la ley. La maldita costumbre policial de ajustar cuentas con los delincuentes “dándoles p’abajo”, que es como dicen mandarlos al cementerio, es una barbaridad que a todas luces no ha logrado detener la delincuencia ni disminuir la violencia.

Pero no es culpa sólo de la Policía. Mucho hacen los pobres agentes y oficiales, mal pagados y desmotivados, cuya difícil tarea los pone a diario en la ancha línea gris entre el bien y el mal, donde muchas veces a la virtud o la decencia se las confunde con ser flojo o pendejo. Encima de ello, cuando hacen bien su trabajo, en los tribunales los malandrines se burlan de la policía cada vez que tras su arresto vuelven a la calle fresquitos y listos para seguir en lo suyo.

Aparte de mejorar a la Policía, hay que ocuparse de que la Justicia funcione y que se la perciba como un aliado de las fuerzas del orden y no como apañadores de delincuentes, mafiosos, corruptos y traficantes de drogas. Cómo hacerlo es otro asunto, pero es impostergable evitar que se repita la increíble “hazaña” de Macorís: ¡o nos fuñiremos!

 

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