x
Batalla Electoral 2024

No siga mortificando a Dios…deténgase

Respete, señor presidente, a los/as creyentes.

Deje de hacerle promesas al Rey de los cielos occidentales y orientales, norteños y sureños…  de que nunca más intentará reelegirse.

Ya le falló y él lo dejó tranquilo.

No confié tanto en su magnanimidad.

No lo provoque con cosas que no son ni de su interés, y menos aun de su competencia.

La reelección es algo sumamente terrenal.

Sus suciedades aquí no tienen nada de celestial.

Asuma su responsabilidad y no le cargue al gran Señor de las religiones monoteístas sus voltaretas  políticas.

Usted está haciendo cosas peores que intentar reelegirse: sobornar, clientelizar la política, sobrevaluar hospitales y plantas al carbón; esgrimir el Convenio Dominico-Suizo para proteger la voracidad de las transnacionales mineras, confabularse con GLENCORE-FALCONDO en estafas financieras; proteger a Leonel, al Gato Félix, al Díaz que ruge, a Odebrech-ESTRELLA, al Fantasma de ANTENA LATINA, a los señorones de las EGES; depredar bosques y ríos, privatizar costas, fomentar racismo y seudo-patriotismo, endeudar onerosamente al país; comprar partiduchos y añoñar sanguijuelas; fomentar un Estado delincuente y una policía súper delincuente; crear nuevas alcancías humanas al vapor y coquetear con los inescrupulosos empresarios que se asumen dueños del país.

Solo usted y las circunstancias toleradas han fraguado ese destino que se empecina en proseguir, con ciertos adornos y demasiadas burbujas.

Esas faltas no se reparan ni rezando, ni solicitando ayuda celestial. Ese señor del universo conoce de hipocresías y simulaciones. Entre otros, Leonel le ayudó mucho descubrir esas mañas.

Promesas e invocaciones desprestigiadas 

No prometa no hacer lo que la partidocracia que usted representa considera esencial a su existencia.

No le atribuya a Dios lo malo que usted dice no quería hacer.

Ser juramentado por Leonel  con el Gato Félix detrás, casi en el centro de la mesa de honor, no es cualquier cosita.

Tampoco olvide que usted ha querido ser un hijo político bastardo de los dioses del dinero, de los que inyectaron con centenares de millones su pródiga campaña electoral y ahora cobran con creces los “favores” que le hicieron.

No pretenda engañar a su propio Dios, si es que lo tiene y no es otra farsa presidencial.

No lo crea ni tonto, ni pendejo.

Tampoco a nosotros/as, simples mortales.

Tranquilícese.

Confórmese con zarandear a Ladronel, que a pesar de atesorar tanto dinero, perdió la gracia del  Dios imperial y  de su santo-enviado, el nombrado Quirino Ernesto; aunque el sarandeo  junto al pacto, haciendo negocios parecidos en dólares de ODEBRECH  y pesos de la OISOE, luce bien feo.

Limítese mejor a premiar a sus socios morados, blancos y colorados de menor jerarquía con cuartos ajenos y cargos públicos.

Esa promesa de seguro la cumplirá y entonces podrás decir como Hipólito que “es un hombre de palabra”.

Siga agradeciéndoles las renuncias personales a su favor, en su condición de nuevo monarca salvador, especie de semi-Dios con aspiraciones a permanecer en el trono, a las decenas de aspirantes frustrados por el pacto corrupto. Pero acuérdese de la teoría del “líder y el sobrecito”.

El dios que usted invoca no tiene que perdonarle nada. Desde las alturas él conoce bien que ese tigueraje acaudalado es muy propio de las elites de la “clase política” a la que usted pertenece.

No lo provoque, no lo intente engañar de nuevo.

Manténgase abrazado  al gran capital hasta que este se canse de sus complacencias y su desprestigio le haga daño a la gobernanza colonial. El Dios del Capital abandona, pero a la vez, aunque no siempre, perdona a sus súbditos. Si no, pregúntele a sus colegas dominicanos ya descartados.

Deténgase. No provoque más al Dios que usted invoca, porque entonces habrá de convertirse en pueblo indignado  y entonces a correr se ha dicho por las escaleras del Palacio. Y la caída morada podría ser estrepitosa. Tranquilícese, haga honor a su fama de tranquilo a ver si a su reinado, que espero dure poco, le llamen el de Danilo El Tranquilo.

Comenta con facebook