Por: Angélica María Antigua
SANTO DOMINGO.- La llegada del undécimo mes del año amenaza al subconsciente del dominicano, vistiéndose de “mal presagio” o “ave de mal agüero” debido a la experiencia que ha dejado. Y es que las fechas del 4 de noviembre del 2022 y el 18 de noviembre de este año en curso, han de ser, por las peores razones, inolvidables para los que viven y conviven en esta media isla, ubicada en el mismo trayecto del sol… y del cambio climático también.
Las inundaciones extremas han dejado a su paso muertes, derrumbes, personas atrapadas en sus propias viviendas y vehículos, desaparecidos; todo esto parecen ser las escenas de una película de terror medioambiental que se ha repetido durante estos dos últimos noviembres. Con la diferencia de que, lamentablemente, la realidad supera a la ficción.
En la historia del 4 de noviembre del 2022, las protagonistas fueron una vaguada y una onda tropical que produjeron potentes lluvias en algunas localidades del país, principalmente en el Gran Santo Domingo.
En ese entonces, nadie estaba correctamente preparado para recibir las grandes precipitaciones que llegaron “de golpe” y dejaron un acumulado de unos 267 milímetros de lluvia. Provocando a su paso, aparte de los daños estructurales, la desaparición de varias personas y el fallecimiento de otras; unas nueve en total, según informaciones oficiales.
En cuestión de tres horas, esas inundaciones ocasionaron daños que se estiman superaron los mil millones de pesos dominicanos, cientos de vehículos a la deriva y pérdidas en múltiples viviendas y negocios.
El desmesurado aguacero que azotó durante ese 4 de noviembre hizo que los peatones buscaran refugio en las estaciones del Metro de Santo Domingo, mientras el tránsito citadino colapsaba frente a la vista de todos.
Las acumulaciones de agua sobrepasaron, en algunos lugares, a los vehículos, llegando a taparlos por completo.
Las redes sociales también se “inundaron” con los videos y fotografías que registran ese fatídico día, siendo una especie de bitácora en la que se narró como las calles se transformaron en ríos, cuyas aguas arrastraron todo lo que encontraban a su paso.
En diversos audiovisuales se mostraban imágenes de edificios, lugares de trabajo, salones de clases y estacionamientos totalmente inundados.
Pero la situación acontecida el pasado 18 de noviembre de este presente 2023 tuvo a un protagonista que sí se esperaba, aunque eso no le impidió ser lo que definió la directora de la Oficina Nacional de Meteorología (ONAMET), ingeniera Gloria Ceballos junto al presidente de la nación, Luis Abinader, como el “evento de mayor precipitación pluvial jamás ocurrido en la República Dominicana”.
El potencial ciclón tropical que avisó el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) con días de antelación, fue el causante de la acumulación sin precedentes en la historia dominicana de unos 431 milímetros de lluvia en varias zonas del Gran Santo Domingo, alcanzando los 474 milímetros cuando se suman todas las aguas que empezaron a caer desde el jueves 16.
En este caso, y a pesar de que la población estaba consciente de que recibiría los embates de un disturbio tropical de magnitud considerable, los drenajes pluviales de la ciudad no aguantaron la cantidad de agua porque no están preparados para ello.
Así como ocurrió en noviembre del año pasado, las redes sociales registraron las masivas inundaciones en parqueos, plazas comerciales, vecindarios enteros, calles, avenidas, viviendas, escuelas, etcétera.
En medio de toda la vorágine de acontecimientos lamentables que suceden en medio de desastres naturales, la tragedia acontecida al colapsar una pared del paso a desnivel de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez, en el Distrito Nacional, cayendo esta encima de cinco vehículos que se trasladaban por el lugar en ese preciso momento, es una que jamás podrá borrarse de la memoria de quienes recuerden este fatídico día en el futuro.
Este derrumbe produjo la muerte de nueve personas: tres dominicanos, dos haitianos y cuatro puertorriqueños. Estos últimos eran un fiscal, su esposa embarazada y los dos padres de esta. Según trascendió, su presencia en el país se debía a que celebrarían la revelación de sexo del bebé en territorio dominicano.
Sin embargo, la cantidad total de fallecidos se mantiene en aumento, por tratarse de un evento reciente. Según las autoridades, ya van al menos unas 27 víctimas mortales producto de los intensos aguaceros.
Las regiones del país que resultaron más afectadas por el fenómeno fueron el noreste, sur y suroeste del territorio nacional; haciendo mención especial de los sectores en San José de Ocoa, Azua y Sánchez Ramírez, los cuales fueron fuertemente golpeados por el disturbio.
Mientras que los meteorólogos y expertos en el área avisaban que la situación de peligro se agravó más debido a la saturación de agua en el suelo dominicano, el jefe de Estado Abinader anunciaba varias medidas para enfrentar la lamentable situación, dentro de las cuales se incluyó la suspensión de labores en sectores privado y público hasta la mañana del lunes 20, la suspensión de docencia hasta el día miércoles 22 y declaró de emergencia las compras y contrataciones de bienes y servicios para ser utilizados en las labores de ayuda humanitaria, rescate, construcción y reconstrucción de las obras dañadas por el siniestro.
El país todavía se encuentra en una fase de recuperación, no solamente estructural y física, sino también mental y emocional. Estas últimas probablemente tomen mucho más tiempo en ser “reparadas” porque las pérdidas humanas son inmensurables.
Sin lugar a dudas, los últimos dos noviembres han dejado a la población dominicana “con el corazón en la boca”, a la espera de lo peor.
Porque en palabras de la ingeniera Ceballos: debido al cambio climático, “las expectativas son de que puede volver a presentarse una situación similar”.
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