He comenzado el año con optimismo en cuanto a las perspectivas económicas y políticas dominicanas, pero pesimista en cuanto al sistema político norteamericano.
Recientemente un historiador americano comparó la violencia dentro del Capitolio norteamericano del 6 de enero del año pasado con el único otro acto de violencia que tuvo lugar allí y que fue en 1856, cuando un senador sureño pro esclavitud le cayó a bastonazos al senador Charles Sumner, muy conocido en nuestro país por haberse opuesto a la anexión a Estados Unidos en 1871 (una calle en nuestra capital lleva su nombre) y quien favorecía la eliminación de la esclavitud. Tardó tres años en recuperarse y poder regresar al Senado. Ese acto de violencia convenció a muchos sobre la necesidad de resolver lo de la esclavitud en el campo de batalla y, en efecto, cinco años después estalló la guerra civil norteamericana.
Algunos, como yo, piensan que las elecciones norteamericanas del 2024 y que Trump quiere ganar “como sea” podrían provocar una especie de guerra civil. La mayoría de los republicanos piensa que su “victoria” en el 2020 le fue robada por los demócratas y ya esos republicanos están ejecutando medidas para dificultar que grupos minoritarios, negros e hispanos, puedan votar y están nombrando a nivel estatal a adeptos suyos para que cuenten los votos. A diferencia del caso dominicano donde es una Junta Central Electoral autónoma la única que cuenta los votos, en Estados Unidos eso lo hacen personas nombradas por los gobernadores de los Estados. A otros preocupa el tradicional conservadurismo en la alta jerarquía militar norteamericana y el papel que podrían desempeñar en el 2024 a través de algo así como un golpe de Estado militar, aunque el actual ministro de defensa es un negro, nombrado por Biden.
Por otro lado, como resultado de los fracasos militares en Vietnam, Irak y Afganistán, Estados Unidos no está por embarcarse en nuevas aventuras bélicas, ni siquiera en Haití. Si Putin invade a Ucrania la única opción del ejército ucraniano, mucho más débil, sería una guerra de guerrillas como la de los fedayines en Afganistán que vencieron a los rusos.
Mientras tanto está China con un jefe de Estado cada vez más poderoso, unas fuerzas armadas cada vez más fuertes y un Partido Comunista que este año celebra su asamblea quinquenal. China ya controla Hong Kong y aprovechará un momento de debilidad política norteamericana para invadir a Taiwán.
Mi optimismo con relación a mi propio país aumentaría aún más si nuestro Congreso pronto aprueba un código penal moderno, no medieval, y si la reforma policial con asistencia chilena se acelerara para combatir el flagelo de la delincuencia. Ahora a Catalina la Grande la han puesto bajo fideicomiso lo que significa que el sector privado no podrá invertir en su capital, pues ya no es una compañía, lo que reduce el interés de empresas técnicas extranjeras en administrarla. Si las Edes también pasan a ser parte de un fideicomiso del Banco de Reservas, es decir estatal, el sector eléctrico iría por muy mal camino. El camino a seguir es el de Itabo y Ege Haina donde el Estado es accionista, pero las maneja el sector privado.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email