Lisboa.- Coloridos mensajes de amor sobre fondo blanco. Así son los «Lenços dos Namorados» (Pañuelos de los Amantes, en portugués), una tradición que sobrevive en Portugal tras casi 300 años de historia y que permite a los enamorados declarar sus sentimientos con una tela que promete durar décadas.
Las flores, los pájaros y los corazones coparán la mirada de los que reciban estos pañuelos habitualmente de lino o algodón, que incluyen palabras de amor y cariño de quienes quieren regalar algo diferente en San Valentín.
La tradición se remonta al siglo XVIII, cuando estos paños, con colores y tamaños diferentes y una dedicatoria propia, era bordados por mujeres jóvenes habitualmente en el norte de Portugal para entregarlos a su «crush», que debía a su vez llevar encima dicha prenda si correspondía a sus sentimientos.
También los regalaban como recordatorio del amor que dejaban en Portugal cuando ellos salían del país.
En 2022, es un trabajo artesanal que pocas personas mantienen, como es el caso de las bordadoras artesanales de Aliança Cooperativa, en Vila Verde (cerca de Braga, norte).
Dependiendo de la calidad, las artesanas pueden tardar entre 4 días y un mes en preparar un solo pañuelo.
«Es un día especial en el que las personas buscan regalos especiales y los paños lo son. Tienen mensajes de amor, cariño, amistad, paz, de solidaridad… Son piezas muy especiales y hoy es un día en el que la gente busca regalos especiales», explica a Efe Julia Fernandes en nombre de la cooperativa.
Aunque el Día de los Enamorados es la fecha estrella para vender estos paños, se han popularizado para otras grandes fiestas, como bodas, aniversarios, cumpleaños, graduaciones o bautizos.
Además, con el paso de los años estos bordados tan característicos han acabado también en manteles, llaveros, camisas o zapatos para aquellos que quieran poder usarlos en el día a día.
Para Vila Verde, una de las localidades donde surgió esta tradición, la promoción de este patrimonio es clave, ya que mantiene activa la economía de la zona y es una forma de mantener estas artesanías.
Fernandes, que también es concejala en Vila Verde, añade se llegó a crear una marca, «Namorar Portugal» (Enamorar Portugal, en portugués), bajo la que se producen muchas de estas piezas.
Sin embargo, ven cómo poco a poco se va debilitando la costumbre y cuesta cada vez más encontrar a jóvenes que quieran aprender el oficio.
«La artesanía no está bien pagada, tiene cargas fiscales muy elevadas y no es apetecible para el público joven», explica Fernandes, quien teme que este trabajo pueda desaparecer.
Por ello, intentan impulsar talleres y concursos de moda entre los jóvenes que incluyan la producción con las técnicas y diseños más tradicionales, iniciativas que ya han llegado a las nuevas generaciones de diseñadores de España o Brasil, entre otros países.
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