Redacción.- El papa Francisco ofició la ceremonia del Jueves Santo en una misa celebrada en la basílica de San Pedro, mientras continúa con la agenda de Semana Santa días después de su ingreso hospitalario a causa de una bronquitis.
Con un fuerte tono de voz, el papa leyó una larga homilía dedicada al sacerdocio y sin hacer referencia a los escándalos ni al encubrimiento por parte de la jerarquía eclesiástica, habló de la “crisis” que afecta a los curas.
“Tarde o temprano, todos experimentamos decepción, frustración y nuestras propias debilidades”, dijo el papa. “Nuestros ideales parecen retroceder ante la realidad, una cierta fuerza de la costumbre toma el poder y las dificultades que antes parecían inimaginables parecen desafiar nuestra fidelidad”, dijo el religioso.
En el transcurso de la misa, Francisco advirtió a los sacerdotes que “no olviden ser pastores del pueblo”.
La ceremonia incluye la tradicional bendición de ungüentos y la renovación de las promesas que los sacerdotes hicieron en su ordenación.
Al destacar el espíritu de renovación que, según el papa, requiere el sacerdocio, este año se le añadió a los ungüentos un perfume de bergamota procedente de árboles de terrenos confiscados a la mafia en el sur de Italia.
Además, docenas de sacerdotes ataviados se sentaron frente a los católicos que abarrotaron el templo.
Lavado de pie
Mientras el papa ofrecía la ceremonia, un grupo de reclusos de una prisión de menores se encontraba esperándolo en las afueras de Roma para la misa y el ritual del lavado de pies que conmemora la última cena de Jesús antes de su crucifixión.
Es el mismo centro penitenciario donde Francisco realizó el mismo ritual, un poderoso símbolo de humildad y servicio sacerdotal a los demás poco después de ser elegido papa en 2013.
Desde el primer momento, Francisco ha usado su papado para llamar la atención sobre quienes viven en los márgenes de la sociedad, incluyendo los reos.
