No calificamos como “país pobre” sino de ingreso medio, pero comoquiera somos una nación con inmensa pobreza y contrastes socioeconómicos abismales. El atraso es porque, pese al crecimiento de la economía y el número de familias de clase media, hay inexcusables deficiencias grotescas en la instrucción pública y la educación.
Algunos creen que es lo mismo, pero no: la instrucción es lo que se enseña en la escuela y la educación se aprende en el hogar. Ambas son imprescindibles para mejorar la calidad del país, desde la honestidad de los servidores públicos, la calidad de trabajadores y ejecutivos, la seguridad en las calles y la justicia social. Con ciudadanos analfabetas y de mediocre moralidad difícilmente se logra un real desarrollo humano.
Por eso es espeluznante que el gobierno decida, aunque reculó, quitarle miles de millones de pesos al Ministerio de Educación por carecer de proyectos o planes en qué invertirlos durante lo que resta de 2022. Que “sobre” ese dinero prueba la necesidad de mejorar la instrucción pública. ¡Qué escandalosa paradoja!
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