Desde que Balaguer defendió magistralmente el interés nacional cuando Washington trató de imponer un bloqueo a Haití tras el golpe a Aristide, ningún presidente había dado un manotazo al explicar nuestra política ante el mal vecino. Abinader ha resultado ser, en el espinoso conflicto del desgobernado territorio al oeste, un gallardo estadista de alto vuelo.
Se pronunció en la ONU, ha clamado ante la comunidad internacional que los dominicanos no podemos cargar solos con los problemas haitianos, que no son sólo su chorro incesante de emigrantes sino también temas de salubridad, depauperación, contrabando, narcotráfico, deslealtad comercial, medioambiente y el peligro muy real y presente de un desbordamiento fronterizo de su violencia criminal.
Reforzar militarmente la frontera, plantear inequívocamente y sin ambages la posición dominicana y garantizar que está liderando la nación en esta prueba, merece mi entusiasta aplauso. Pena que Abel Martínez, alcalde de Santiago, Faride Raful, la FUPU y otros demuestren, al contrariar a Luis, más patriotería que patriotismo. Pena también que el canciller luzca tan en desacuerdo con el gobierno…
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