Debemos proveer carnets de identidad a los trabajadores inmigrantes, estacionales o residentes legales, aunque sean haitianos indocumentados. Nos conviene para acabar con las mafias. Igual que dominicanos que emigran irregularmente a Estados Unidos o España y procuran “conseguir sus papeles” aun ilegalmente, muchos buscan cédulas dominicanas mediante fraudes y reciben ayuda para ese delito. Reclaman a la JCE derechos que no poseen. Ningún hijo de haitiano es apátrida sino haitiano según su Constitución. Adultos extranjeros en Bayaguana, Boyá, Guerra, Monte Plata y Yamasá, de apellidos Bois, Calir, Debil, Jambatis, Joseph, Nega, Pandor, Pie, Pierre, Polo, Rebó, René, Senocié, Yacinte, Yam, Yan y Yisten, realizan acciones de amparo rechazadas en cuanto al fondo y suben al Tribunal Constitucional. Alegan violación de derechos creyendo ser dominicanos por nacimiento, sin serlo. Al fallar el TC contra esa pretensión, ha seguido una hemorragia de demandas en denegación de filiación, para sustituir espuria y tardíamente a los reales padres por dominicanos o residentes extranjeros legales. En La Romana hay cientos de casos en pocos días. La filiación puede demostrarse con costosas pruebas de ADN, que también falsifican. Este terrible asalto jurídico a la legitimidad de nuestra nacionalidad es en parte consecuencia innegable de que miles de haitianas paren cada semana en hospitales públicos dominicanos. Pero también de nuestro propio desorden del cual se aprovechan los extranjeros. De esos polvos viene inmenso alud de lodo.