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Por qué el Papa es un jefe de Estado

Enfoque

Durante siglos, la Iglesia ha sido ejemplo organizacional frente a numerosos gobiernos del mundo conocido.

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La función de Embajador ante la Sede Apostólica que preside el Papa, centro y luz de la fe católica romana y universal, es una responsabilidad diplomática que cotidianamente requiere disciplina y vocación de servicio más allá del rigor de los protocolos.

Este trabajo diplomático tiene características muy especiales: el embajador representa a su país ante un Jefe religioso que simultáneamente es un Jefe de Estado, en este caso del Estado de la Ciudad del Vaticano creado en 1929.

Vale precisar que el Estado de la Ciudad del Vaticano es heredero del Estado Pontificio que existe desde más de mil años, formado antes que el Estado Italiano que se creó en 1861 como Reino de Italia y que hoy es llamado República Italiana después que se constituyó en 1946 por referéndum popular tras la Segunda Guerra Mundial.

Para crear el Estado Italiano en 1861 el Estado de la Iglesia (Pontificio), fue despojado de una gran cantidad de terrenos y propiedades en la península italiana.

La Función y Existencia del Estado:

El Estado está constituido por su población, el territorio y su soberanía, y esta última es el reconocimiento y respeto que a su existencia le dan otros Estados. Así, el Estado organiza la administración del territorio y su población se organiza conforme a un orden independiente institucional y civilizado.

Durante siglos, la Iglesia ha sido ejemplo organizacional frente a numerosos gobiernos del mundo conocido.

El Estado de la Ciudad del Vaticano es hoy la base material situada dentro de la ciudad de Roma, ciudad capital del Estado Italiano, que sustenta la difusión de los valores cristianos católicos y la libertad religiosa en todo el mundo, razón por la cual la Santa Sede encabezada por el Papa mantiene relaciones diplomáticas con la casi totalidad de los Estados del mundo pertenecientes a las Naciones Unidas.

Un Encuentro con Políticos Jóvenes:

El sábado 2 de marzo del año 2019 se nos invitó a exponer criterios sociológicos e históricos ante veintiséis líderes jóvenes católicos procedentes de distintos países latinoamericanos.

Ellos participaron en un programa de formación iniciado seis meses antes en distintos lugares presenciales de América Latina.

El proceso formativo del grupo concluyó en Roma, la capital italiana, donde está situado en un pequeño territorio soberano el Estado Vaticano que sirve de centro logístico operativo a una institución religiosa y política milenaria: la Santa Sede.

Tocamos aspectos relacionados con la “Doctrina Social de la Iglesia Católica por una nueva generación de católicos latinoamericanos en política”.

El encuentro se realizó en la Domus Roma Sacerdotalis de via Traspontina, en Roma, a unos trescientos metros del Vaticano.

Los organizadores de este importante encuentro, convocado por el Pontificio Consejo para la América Latina y la Academia de Líderes Católicos, nos pidieron que habláramos del papel del representante o embajador ante Su Santidad, el Papa, Obispo de Roma, cabeza de la Iglesia Católica.

Tal era mi caso, embajador de la República Dominicana desde el 2009 y ya decano del Grupo Latinoamericano y del Caribe, por antigüedad.

Los temas debatidos.

Los 26 políticos jóvenes participantes estudiaron durante seis meses temas que puedo, por experiencias vividas, decir que hasta el año 1989 producían más que razonamientos, pues entonces encendian las emociones a dirigentes obreros, a los jóvenes estudiantes y a los políticos católicos.

Hace ya 34 años de aquel gran cambio generado por la ruptura del bloque de países socialistas organizados después de la Segunda Guerra Mundial. Al socialismo se oponía el bloque capitalista encabezado por los Estados Unidos.

La Iglesia Católica desde Roma buscaba una solución intermedia con la Doctrina Social fundamentada en siglos de experiencias en el ejercicio de la caridad.

En 2019 el mundo era otro:

Treinta años después, cuando hablaba a los jóvenes reunidos en Roma en 2019, el mundo era otro.

Estos jóvenes no vibraban con las vivencias de la historia anterior al 1989. Treinta años antes concluían tiempos de lucha y combate, de estudios sistemáticos que acompañaron la acción política y se iniciaba una nueva era política que parece se cierra a partir de la crisis política y social producida por la pandemia del Covid-19.

Hasta 1989 soñábamos estudiando o siguiendo el ejemplo de Emmanuel Mounier, de Emilio Máspero, de Jacques Maritain o de aquel sacerdote que fue militante comunista antes de convertirse al cristianismo, Ignace Lepp.

¿Quién recuerda a Ismael Bustos? ¿Quién estudia hoy a los pensadores humanistas cristianos de América Latina y del mundo?
Recordamos antes que en 1989 llegaba a su fin un proceso que empezó después de la Segunda Guerra Mundial: la lucha entre ideologías y doctrinas políticas que en realidad se remontaba por lo menos a un centenio anterior. El socialismo, el capitalismo, la democracia cristiana, el sindicalismo, los bloques de poder internacional.

De todas maneras, el encuentro de estos jóvenes dirigentes reunidos en Roma en el 2019 pudiera haber sido el grano de mostaza que ha de producir el árbol robusto que se perdió. Tarea difícil, pero no imposible cuando ya no existen los partidos de doctrina o de ideología. Ni siquiera existen grandes partidos, como antes, inspirados en un humanismo cristiano.

La ideología del mercado barrió:

Pasados estos años, la ideología del mercado fue barriendo poco a poco la práctica política basada en doctrinas esenciales para un ejercicio sano y hasta se puede decir organizado y sistémico de la política.

El “marketing” empezaba ya en 1989, con forma y fondo, dominando en lo esencial el ejercicio de la política. Marketing con mucho dinero, el Dios de estos tiempos.

Diplomático en Santa Sede:

Ahora veamos la importancia de la representación diplomática ante la Santa Sede y las cuestiones que se plantean al servicio de la nación.

Como la Santa Sede es uno de los espacios que permanecen en el tiempo, a pesar de los cambios naturales de las sociedades, es éste un lugar privilegiado para tratar el tema de la política enfocada como servicio basado en el humanismo cristiano. De ahí que por eso es quizás la más importante faceta de la representación diplomática ante el Papa.

Al año 2023, Santa Sede es una institución reconocida por 183 Estados del mundo a los que hay que añadir la Unión Europea y la Soberana Orden Militar de Malta. A la cabeza de la misma está el Papa que gobierna en un sistema de monarquía absoluta electiva. Su territorio es la Ciudad del Vaticano que tuvo antecedentes hasta 1870 en el Estado Pontificio.

Un embajador ante la Santa Sede es un representante diplomático de un Estado ante otro Estado.

El embajador representa al jefe de Estado, a su pueblo, a su gobierno. Les dije a los jóvenes políticos latinoamericanos que lo básico, por mi experiencia en Santa Sede, consiste en saber que un embajador ante la Santa Sede debe:

  1. ​Mantener un contacto permanente con el gobierno del Papa, que se ejerce a través de toda una estructura dirigida y coordinada por Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Secretario de Estado. También con el Secretario para las Relaciones con los Estados, el Protocolo de la Secretaría de Estado, y con los distintos dicasterios, organismos, universidades y otras organizaciones de la Iglesia Católica Romana. El embajador en coordinación con el Ministerio de Relaciones Exteriores canaliza los asuntos de interés común. Temas como migración, derechos humanos y situaciones críticas regionales, son algunos de los que ocupan la atención de las partes. Santa Sede es uno de los más importantes centros de actividades y mediaciones diplomáticas. Es una especie de Naciones Unidas, en Roma.
  2. También, como es usual en todos los puestos diplomáticos, debe uno mantener contactos fluidos con los embajadores acreditados ante la Santa Sede. Desde 2014, por orden de precedencia, fui el Decano del Grupo Latinoamericano y del Caribe (GRULAC) y de los embajadores de las Américas (Norte, Centro y el Caribe, y Sudamérica), pues en Santa Sede existe un Decano por antigüedad que sostiene periódicos contactos de coordinación con los decanos regionales.
  3. Coordinar las visitas al Vaticano del Presidente de la República, el Vicepresidente, la Primera Dama, Ministros y en ocasiones también le corresponde al embajador coordinar visitas de Obispos y feligreses provenientes de la República Dominicana.
  4. Gestionar Audiencias con el Papa. Visitas a los dicasterios. Visitas a los Museos y Jardines Vaticanos, y otros lugares de interés propios del Vaticano.
  5. Coordinar la participación de la comunidad dominicana residente en Italia en actividades litúrgicas en el Vaticano.
  6. Notificar y coordinar con las autoridades del gobierno de la República de Italia las visitas del Presidente de la República y otros funcionarios del Estado dominicano a cuestiones relacionadas con la Santa Sede.

Esas son las más importantes responsabilidades y tareas.

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