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Por un plato de lentejas

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Hay una historia bíblica, que nos enseña una gran lección, de una importante y gran familia, bendecida por Dios, en la que su hijo mayor vendió su progenitura por un plato de lentejas, y perdió toda las prerrogativas y derechos del primogénito, al darle más importancia satisfacer su hambre física, que al  privilegio de recibir la prodigiosa y bendita herencia de Isaac su padre, hijo del patriarca Abraham.

Según relata la Biblia, crecieron los niños, es decir, Esaú y Jacob. “Esaú fue diestro en la caza, hombre del  campo; pero Jacob era hombre tranquilo, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac  a Esaú, porque comía de su caza; pero rebeca amaba a Jacob. Guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Jacob respondió: VÉNDEME EN ESTE DIA TU PRIMOGENITURA. Entonces dijo Esaú: Me estoy muriendo, ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Dijo Jacob: Júramelo en este día. Él se lo juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de lentejas; él comió y bebió, se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”, Génesis 25: 27-34.

Traigo a colación esta  historia, por lo que está pasando en este país con nuestros vecinos haitianos y con la actitud de las autoridades dominicanas que, por proteger a un grupito de empresarios, que solo piensan en sus beneficios económicos, éstos ponen en peligro nuestra soberanía como nación libre.

Si el gobierno haitiano nos ha puesto una veda,  de 23 productos criollos, que no pueden entrar en su territorio, creemos que lo lógico es que  nuestro  Gobierno incursione en otros mercados que están disponibles, para intercambios comerciales, en toda el área del Caribe, y no arrodillarse ante un Estado fallido, cuyas autoridades nos odian e incumplen los pactos y acuerdos que se han suscrito entre ambas naciones. Tampoco van  a respetar los que se suscriban ahora.

Además de eso, queman nuestra bandera, nos calumnian, nos acusan de apátridas, atacan consulados, nos maldicen  y asaltan un cuartel policial, y se roban las armas de fuego, y nuestro buen Gobierno ni siquiera protesta por esas barbaridades. ¿Hasta cuándo el Gobierno y el país seguiremos soportando esas acciones salvajes? Nosotros queremos la paz con nuestros vecinos, pero ellos al parecer  no la desean.

Además, las autoridades haitianas son los promotores de la invasión de sus nacionales que estamos sufriendo, por su creencia de que esta parte de la isla también les pertenece. Todo obedece a un tenebroso plan, orquestado por potencias extranjeras, para unificar nuestra nación con Haití. Por nuestra vulnerable frontera, cientos de haitianos penetran diariamente, pese a la existencia de soldados criollos apostados en la zona fronteriza.

No dudamos que un día entren oleadas de haitianos hambrientos, armados con palos, machetes y armas de fuego cortas y largas, y se apoderen de las provincias aledañas a la zona fronteriza, y se arme una guerra, para que el país sea intervenido por potencias extranjeras.

Eso es lo que sueñan y quieren  sus gobernantes, pero parece que nuestras autoridades están ciegas. Los haitianos ilegales que se desplazan en todo el país, son una especie de quinta columnas, que si se arma un lío con Haití, ellos no se quedarán de brazos cruzados. Por favor, entiendan eso.

Como dominicano me siento avergonzado que un Estado fallido, como Haití, nos esté acusando, insistente y sistemáticamente, con mentiras, en foros internacionales, de que somos racistas, xenofóbicos, violadores de los derechos humanos, humillándonos, y da pena que nuestro gobierno mantiene la callada por respuesta, para no perder el mercado binacional que muy poco beneficio deja al país, sino a un grupito de comerciantes, que su único interés es el dinero y explotar la mano de obra barata de los ilegales, a cambio de poner en riesgo nuestra soberanía.

Muchas personas se preguntan, ¿a qué va nuestro Presidente Danilo Medina a Haití, a pasar vergüenza?, porque nunca, en toda su historia, los gobiernos haitianos han respetado los acuerdos bilaterales y pactos suscritos por ambos países. Que Dios guarde de todo peligro a nuestro amado Presidente.

Los que deben resolver los  problemas de Haití,  son su propio Gobierno y su poderosa élite,  que maneja su economía, que no hacen nada por sus conciudadanos y quieren ahora culparnos a nosotros de todos sus males, deficiencias y carestías, diciendo, además, que nosotros los esclavizamos.

Mientras los dominicanos tenemos dificultades para entrar legalmente a Haití, los haitianos penetran aquí, sin ningún tipo de documentos, como Pedro por su casa y despiadadamente han inundado ciudades y campos, desplazando, prácticamente, a nuestros obreros agrícolas y de la industria de la construcción, así como de otras actividades.

Tenemos una Constitución, que creo, hasta ahora, que no es un pedazo de papel, y que hay que respetar, que nos autoriza defender nuestra soberanía y a deportar a todos los indocumentados que se encuentran en el país, como hacen otras naciones en el mundo, incluso los Estados Unidos. Como país libre y soberano tampoco debemos aceptar injerencias de países extraños, ni de ONGs, ni de organismos internacionales.

El Gobierno dominicano, debe evitar que los comerciantes, en la zona fronteriza, que solo piensan en llenar sus bolsillos de dinero, sean los instrumentos que presionen un acuerdo que lesione  nuestra soberanía. Y no nos pase lo que le ocurrió a Esaú, que no valoró lo que tenía,  y vendió su progenitura a Jacob por un vil plato de lentejas, lo que le pesó para toda la vida.

La Biblia dice: “Que no haya ningún profano,  como Esaú, que por una sola comida vendió su progenitura. Ya sabéis que aún después, deseando heredar la bendición, fue desechado y no tuvo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”, Hebreos 12: 16-17.

Rogamos a Dios que,  en ningún momento, tengamos que llorar lágrimas amargas, que por un plato de lentejas, como es el mercado binacional y los favores inmerecidos a Haití, sacrifiquemos nuestra soberanía, que tanta sangre, sudor, dolor y lágrimas le costaron a nuestros patricios, Duarte, Sánchez y Mella.

Siempre hemos lamentado la situación de extrema pobreza de Haití y el poco esfuerzo de sus autoridades para resolverla, y por presiones foráneas, sus gobernantes quieren que nosotros nos encarguemos de  sus problemas sociales y económicos, sin tomar en cuenta que República Dominicana es un país pobre.

Lo que deben hacer nuestros vecinos es acudir donde protectores, Estados Unidos, Francia, Canadá y la Unión Europea, cuyos países tienen riquezas y espacios para cargar con los haitianos y resolver su situación económica, para que Haití no continúe siendo  el país más pobre de América y quizás del mundo.

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