“Algunos celebran con entusiasmo mayor logro movilización verde celebrada el domingo: que medios internacionales proyecten RD como país corrupto, porque su economía no dejará de crecer sino se malogra confianza de inversores extranjeros,que, afortunadamente,no son tan manipulables”, es el texto de un tuit que publiqué esta semana, leído por más de diecisiete mil usuarios y sobre el que más de 450 interactuaron.
Cuando se insiste en la absurdidad de pedir un juicio político contra el presidente Danilo Medina, sin que nada lo vincule al escándalo de los sobornos admitidos por Odebrecht, salvo que el publicista Joa Santana y su esposa Mónica Moura trabajaron para su campaña, y, en tiempo distintos, para el Gobierno.
Ni los delatores de Odebrecht, ni los referidos publicistas han implicado a Medina, por el contrario, Maura y Santana desmienten de manera categórica que la campaña de RD figurara entre las que ellos recibieron recursos de Odebrecht.
No hay bases ni correlación de fuerza para tal objetivo, pero se insiste en el tema en busca de resonancia internacional, tratando de equiparar al país con otros en el que los escándalos han derribado gobiernos, por eso la inocultable alegría de haber logrado cobertura internacional.
La ganancia es pírrica porque todo lo que dañe la reputación del país, empobrece más a los pobres y cierra espacio de crecimiento para el emprendimiento y toda actividad productiva.
Y no se trata de apañar ni ocultar la corrupción, plaga que ataca en RD como en otras partes, y siempre que se detecte debe ser combatida y judicializada, pero el empeño porque el país tenga mayor figuración que cualquier otro, se debe a una lógica destructiva.
Como la estabilidad macroeconómica de RD y el empuje de su economía han evitado que casos como el de Odebrecht deriven en estallidos sociales, entonces la fijación es producir eventos que lleven a los mercados internacionales mensajes de incertidumbre, pero la fortaleza de la economía ha prevalecido.
El 2017 que fue el año de mayor presión y agitación, la inversión extranjera directa y el flujo turístico lejos de aminorarse batieron récords: la primera totalizó un aporte de 3,570 millones, el 61% del total de la inversión en El Caribe que fue de 5,835; mientras que el turismo aportó siete mil millones de dólares, rondando los seis millones de visitantes. Este año cerró el primer semestre superando en 6.4% el del año anterior.
Con los países centroamericanos, la dominicana es la segunda economía de mejor predictibilidad para la inversión, y la octava de América Latina, incluyendo a México y Brasil.
Esta semana la noticia más importante ha sido la de la adquisición del 97% de las acciones del Banco del Progreso por parte del Scotiabank, una institución financiera arraigada en el país desde el año 1920, conservadora en sus decisiones, que ahora se consolida como el cuarto de los grandes bancos múltiples.
“La República Dominicana agrega valor”, dijo Robert Williams, vicepresidente y generente del Scotiabank al explicar las motivaciones para su nueva inversión, mientras que el saneamiento y la recuperación experimentadas por el Banco del Progreso, son otro factor de fortaleza.
Los dominicanos deberíamos estar a una en la proyección favorable de nuestra economía y en el fortalecimiento de la seguridad jurídica, claves para que muchos que aún no han salido de la miseria encuentren la oportunidad de hacerlo y pasar a engrosar una clase media que siempre será más crítica y participativa, pero no suicida.