Nuestro Señor y Salvador Jesucristo habló de su segundo advenimiento a la tierra y dijo que previo al mismo se producirán señales que afectarán el mundo entero, lo que ahora mismo nadie quiere ver ni entender. En el evangelio de Mateo 24:21, Jesucristo informó que se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
Estas son señales que no se pueden negar pues se están viendo con claridad asombrosa en distintas partes del mundo. Son hechos sin precedentes en la historia de la humanidad que irán en aumento en la medida que el tiempo avance. Ya no serán hechos focalizados, sino generalizados y poco a poco irán perdiendo el control, extendiéndose a lo largo y ancho del planeta.
Son hechos entrelazados entre si que van apuntando hacia un caos total que se dará en el mundo: LA gran tribulación tal y como está anunciada en la Biblia. Al respecto, la Biblia dice: “Porque entonces habrá una gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”, (Mateo 24:21). Conste que aun no estamos en la gran tribulacion, sino en los principios de dolores que nuestro Señor Jesucristo anunció.
Por ejemplo: EL incontrolable virus del ébola, que ha matado a 4,400 personas en tres países de Africa Occidental, llenando de preocupación al mundo por la inexistencia de vacunas, la chikuncunya, la fiebre porcina, el SIDA, la actual recesión económica mundial, los problemas del Medio Oriente, el surgimiento del indetenible y poderoso movimiento terrorista Isis y su intención de establecer un califato en tierras de Irak y Siria, así como las armas nucleares.
Además, el hambre, el crecimiento demográfico, el calentamiento global, tormentas solares y muchas situaciones de todos conocidas, forman una pequeñísima parte de todos los eventos que contribuirán a que la humanidad entre en este caos terrible que en un futuro inmediato vivirá.
No hay marcha atrás, esto no se va a arreglar y todo irá de mal en peor, así que entrará en un proceso degenerativo hasta que Cristo venga y se produzca el arrebatamiento de la Iglesia. Es por demás que los gobiernos del mundo intenten arreglar las crisis poniendo parches que aparenten soluciones inmediatas o de corto alcance.
No es el propósito de esta reflexión causar pánico o fatalismo, sino mostrar la realidad de lo que está sucediendo y hacia donde va, una realidad que nadie quiere ver ni entender y que muchos prefieren evadir como el avestruz. Esta es una realidad que ya estaba pre-anunciada como el Señor Jesús lo aclaró al decir: “Ya os lo he dicho antes” ( Mateo 24:25).
El mundo actual está sumido en tinieblas por ocultar la luz verdadera, al optar por leyes que van en contra de la ética y la moral cristiana. ¿Qué decir de las bodas entre homosexuales? ¿Qué decir del aborto? ¿De la adopción de niños por parejas gay? Y tantas leyes contrarias que Dios no aprueba.
Cada día que pasa, las tinieblas se hacen más densas, y esto genera más confusión y desesperación para aquellos que carecen de la luz que es Cristo quien dijo: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
El problema es que la mayoría de la humanidad no ha optado por la luz del mundo que es Cristo y es obvio que las consecuencias se vean. Es un hecho que vivimos en tinieblas y pienso que como cristianos nos corresponde alumbrar el medio que vivimos. Nuestro Señor Jesucristo nos lo dice: “Vosotros sois la luz del mundo”, (Mateo 5:14).
Ahora, nos ha tocado vivir en una época clave para la historia de la humanidad y Dios te ha puesto precisamente en ese lugar para que contrarrestes las tinieblas que te circundan, no para que contribuyas a su esparcimiento. Para eso el cristiano ha venido al mundo, no para otra cosa, porque es necesario que tome conciencia de ello. No has venido a participar de las obras infructuosas de las tinieblas, sino a denunciarlas, aunque humanamente hablándo te parezca difícil emprender la tarea encomendada.
El cristiano necesita ahora orar más de lo acostumbrado y escuchar la voz de Dios para discernir los tiempos y transmitir lo que nos indique, consagrarle a Dios todo cuanto somos y tenemos para que nos use como antorchas vivas en medio de las tinieblas, insistir en el arrepentimiento genuino y en un cambio de vida orientado hacia Cristo.
No temamos, pues nadie podrá dañarnos aunque todos se nos venga en contra, porque Dios ha prometido estar con nosotros siempre, porque se trata de una presencia activa que se traduce en dirección, protección, provisión y respaldo.
Ya no es tiempo para desperdiciar la vida en vanidades infructuosas, como algunos aun lo están haciendo. Nosotros como cristianos hemos de estar conscientes de lo que hemos venido hacer en medio de los principios de dolores que se están produciendo en el mundo, y quien no lo crea, deje que el tiempo se lo confirme. Esperamos no sea demasiado tarde.
Fuente: la Biblia y J. A. L.
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