La crisis venezolana luce empantanada a espera de los resultados del bloqueo económico cada vez más estricto de los Estados Unidos de América, su principal comprador de petróleo, y del aislamiento internacional, cada vez más amplio, a que ha sido sometido el régimen de Nicolás Maduro. Nunca antes países tan disímiles y dispersos en todos los continentes, y organismos internacionales,habían llegado a un consenso tan abarcador de rechazo a una dictadura.
Los acontecimientos que han seguido al violento impedimento de entrada a la ayuda humanitaria, evidencian que aunque la agonía de la usurpación se haya tornado más larga de lo que proyectaba el descenlace de los hechos, el fin del secuestro de la democracia no anda lejos.
La salida al exterior del presidente de la Asamblea Nacional y encargado interino de la Presidencia de la República, Juan Guaidó, en ocasión de las acciones que se encaminaron para respaldar el ingreso de la ayuda humanitaria, aunque no logró la materialización el objetivo, sirvió para el reconocimiento de su presidencia, adoptado por más cincuenta países, entre los que están las principales democracias del mundo, excepto la mexicana, mostrara un simbolismo real, porque aprovechó para un periplo por las naciones que comparten la geografía sudamericana con Venezuela, y, en cada una de ellas: Colombia, Brasil, Argentina, Ecuador y Paraguay, fue recibido con los honores correspondientes a un jefe de Estado.
Otro hecho revelador fue el de su regreso a Venezuela, sin poner caso a las amenazas de apresamiento tan pronto tocara terreno venezolano, pero la debilidad del régimen se ha hecho tan manifiesta, que ya no puede seguir repitiendo lo que había sido su tradición: encarcelar a todo el que encarne un liderazgo amenazante contra la permanencia del chavismo en el manejo del gobierno.
Guaidó regresó sin ninguna dificultad por el principal aeropuerto del país e inmediatamente salió a las calles a reafirmar los puntos en base a los que ha logrado la compactación de la oposición venezolana: fin de la usurpación, elecciones libres y la conjuración de la crisis humanitaria.
Pero otro acontecimiento desplazó los efectos de su regreso y menguó el impacto de la convocatoria a nuevas jornadas de protestas: el colapso del sistema energético por la salida inesperada de servicio de la hidroeléctrica de Guri, responsable de la generación de más del 70% de la demanda de electricidad.
Sin aguardar por una explicación técnica de la falla, Nicolás Maduro y el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, inmediatamente hablaron del ciberataque y de atentado terrorista por parte de los Estados Unidos, en connivencia con los opositores venezolanos.
La computación de la referida hidroeléctrica es análoga justamente para impedir que pueda ser objeto de ataques cibernéticos, por lo que es claro que no repararon en ese detalle a la hora de hacer sus falsas acusaciones, pero no es extraño que mientan, como lo han hecho al decir que el territorio dominicano se estaría usando para el desembarco de tropas estadounidenses para invadir a Venezuela.
Cuando haya una justicia creíble podrán establecerse las responsabilidades sobre las verdaderas causas del prolongado apagón que afectó al país durante una semana, porque desde hace más de dos años en la Asamblea Nacional se había venido solicitando una investigación sobre la desaparición de más de cien millones de dólares destinados a la rehabilitación de la referida hidroeléctrica, a la que se ha dejado deteriorar hasta el colapso sin recibir un solo dólar de inversión
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