Imagina un país donde la publicidad refuerza la violencia contra las mujeres. Un país en el que el 65 % de las adolescentes encuestadas por el Sistema de Salud Pública (2020) ha sufrido violencia sexual en algún momento, y el 52 % en los últimos 12 meses. A pesar de ello, se permite que la publicidad continúe promoviendo estereotipos que incitan a la violencia de género.
En este país, el 72 % de las víctimas de violencia sexual son niñas y adolescentes, y el 32 % de ellas las casan antes de los 18 años, con un 9 % antes de cumplir los 15. Aun así, la publicidad refuerza narrativas que perpetúan la subordinación y normalizan la violencia simbólica.
Hasta agosto de 2024, 34 hombres han asesinado a mujeres que, supuestamente, amaban. Mientras tanto, la publicidad sigue siendo cómplice en la difusión de mensajes que deshumanizan a las mujeres, presentándolas como objetos sexuales y contribuyendo al acoso y la agresión. Según Martha Nussbaum y Rae Langton (1993), la cosificación de las mujeres en la publicidad no solo promueve la violencia física y sexual, sino que también aumenta la tolerancia hacia estas conductas.
La violencia simbólica, descrita por Pierre Bourdieu (2000), es una forma de dominación que opera de manera invisible, a través de normas y estereotipos culturales que las personas interiorizan como “naturales”. No es necesario un acto de violencia física cuando la publicidad misma contribuye a que las mujeres acepten que su valor reside en su apariencia, mientras que los hombres asumen una posición de poder por derecho «natural».
Un ejemplo claro es la publicidad de productos femeninos, donde se enfatizan los atributos físicos de las mujeres —como sus voluminosos glúteos en pantalones blancos— en lugar de las características del producto en cuestión. Es una fórmula que trivializa a la mujer y refuerza el ciclo de la violencia. No vale alegar ignorancia
Mientras el estado dominicano no regula la publicidad, las calles de la ciudad están copadas con publicidad que promueve la violencia contra las mujeres.
Eliminar la publicidad sexista es una estrategia eficaz para reducir la violencia contra las mujeres. Detrás de cada anuncio que perpetúa estereotipos está la reafirmación de una mentira: que la violencia de género es parte del orden natural. Esa es una falsedad que no podemos seguir tolerando.