I.- Debemos olvidarnos de odiosear
1.- La superestructura social sobre la cual descansa la base económica predominante en la República Dominicana, genera ideas, conceptos e instituciones que han convertido a la generalidad de los nuestros en personas que no sienten las cosas que a otros causan pena y dolor.
2.- Motiva compasión, llama a la piedad y genera mucha lástima, la insensibilidad que demuestra una gran mayoría de nuestros connacionales.
3.- Aquel que no se conduele por el dolor ajeno, es digno de ser tratado como un lastimoso cualquiera, que llegó al mundo para mover a la compasión y prueba estar hecho para generar conmiseración.
4.- La actitud, la postura que asume una mujer o un hombre, ante lo que de una u otra manera afecta a los demás, define al ser humano como sensible o indiferente. Compartir la desgracia de los otros, es demostración de condolerse, estar presto para ir en auxilio de quien necesita colaboración.
II.- Se impone crear un ambiente de amor y no de hostilidad. El caso de los haitianos
5.- Lo que se está viendo en el seno de nuestro pueblo, no es la acción solidaria, sino de hostilidad hacia los nacionales haitianos.
6.- Una sociedad debe haber llegado a una alta degradación ética y moral, para despojarse de humanismo y abrazar la animadversión por prejuicios, resentimientos y otros vicios que dañan a la especie humana.
7.- Apartándose del trato usual o normal para referirse a las personas físicas, aquí, al hacer mención de los haitianos, se recurre al insulto de palabras y de cualquier forma denostar para hacer sentir aborrecible al nacional del vecino país.
8.- En lugar de acoger con el respeto que merece ese que está entre nosotros por necesidad económica, y aporta a la economía nacional, le causamos daño anímico, mortificándole como indeseable, despreciable, intruso y otras expresiones para incordiar.
9.- Ninguna persona debe ser zaherida, sin tomar en cuenta su nacionalidad, edad, etnia, pensamiento político, religioso o preferencia sexual. Aquel que con burla o malicia hiere a otro, se reduce a la nada.
10.- A nuestros descendientes en los hogares, y a los alumnos en las escuelas, padres y maestros, están en el deber de educar a la niñez dominicana, en el sentido del recibimiento y acogida afectuosos, poniendo como ejemplo a aquellos que llegan aquí a aportar, no a dañar.
11.- Debemos demostrar que sabemos ser espléndidos con el extranjero que viene al país a compartir con decencia, a traer conocimientos, o a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, insertándose en el mercado laboral de la agricultura, o en la parte pesada de la industria de la construcción.
12.- Estamos en el deber de cambiar de actitud hacia los nacionales haitianos, que están entre nosotros como consecuencia del fenómeno migratorio, que está por encima de la voluntad de los haitianos como inmigrantes, y de nosotros en condición de país receptor.
13.- No es cuestión de que el haitiano sea feo o bonito, prieto o blanco. La realidad es que, mientras en Haití y en nuestro país esté vigente un sistema social que impide el desarrollo armónico de ambos pueblos, los haitianos van a venir a vender su fuerza de trabajo al patrono dominicano que la apetece, porque se ajusta a su conveniencia económica.
III.- Compartiendo con los haitianos
14.- Para conocer a una persona hay que tratarla; frecuentar en la comunicación; intimar en actividades laborales, sociales, culturales, en fin, relacionarse de diferentes formas y escenarios.
15.- No somos expertos en la forma de ser de los seres humanos, y si opinamos sobre los haitianos, es porque con ellos hemos estado tratándonos de igual a igual, de ahí a hi, en su lar nativo, en el nuestro y en otros continentes.
16.- Conocemos la vida de los braceros haitianos, porque con ellos convivimos en los bateyes dominicanos y en las fincas sembradas de caña, del Consejo Estatal del Azúcar.
17.- Con haitianos hemos compartido en su país, en centros culturales e instituciones de Europa, Asia y África, así como también en coyunturas en las cuales han sido víctimas de persecuciones políticas, o mientras han estado disfrutando en Haití del poder político.
18.- No definimos a los haitianos como santos, ni tampoco como demonios. Pura y simplemente, los vemos como mujeres y hombres, que les ha correspondido vivir en su país en etapas y procesos sociales en los cuales han puesto de manifiesto su deseo, no alcanzado, de libertad plena, independencia y progreso social.
Ideas finales
19.- Es de desear que llegue el día, que esperamos sea más temprano que tarde, cuando los dos pueblos, el de la República Dominicana y el de Haití, tengan la posibilidad de construir un orden económico y social que satisfaga plenamente sus aspiraciones materiales y espirituales.
20.- Todo dominicano o dominicana, que se considere ser verdaderamente libre, no debe dejarse condicionar su pensamiento para anidar en su mente prejuicios contra los nacionales haitianos. Subordinarse a las prédicas de los mezquinos, es reducirse como ser humano.
21.- Darle abrigo a quienes precisan de amparo; proteger al desvalido y albergar al que desesperado necesita ser apoyado, identifica a las comunidades integradas por mujeres y hombres sensibles.
22.- Las fuerzas motrices llamadas a construir una nueva sociedad dominicana, deben demostrar que tienen la suficiente actitud para ser las auténticas continuadoras, las verdaderas herederas de la esperanza que nos han dejado aquellos que dieron sus vidas por una República Dominicana de compatriotas formados en su amor a la libertad y a la solidaridad.
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