La sociedad dominicana enfrenta momentos oscuros. Hemos perdido demasiados seres queridos en tragedias evitables. Pero, como dicen, la esperanza se forja cuando más lo necesitamos. Hoy me atrevo a soñar con un cambio ya pedir su magia para hacerlo realidad.
Sueño con una sociedad donde niños y niñas aprenden a vivir sin violencia: ni hacia ellos mismos, ni hacia los demás. Nuestras escuelas, donde pasan gran parte de su tiempo, tienen la responsabilidad de ser el semillero de una sociedad más justa. Allí puede germinar el futuro que anhelamos.
Reyes Magos, deseo que nuestros niños crezcan con el ejemplo de que ser hombres no significa dominar y usar la violencia para expresarse. Que entiendan que la cultura machista, que les enseña a ser temerarios, les está arrebatando la vida. Esta cultura los lleva a conducir de manera precipitada, competir sin límites y exponerse al peligro para evitar que los tachen de débiles. En ese intento de demostrar su «hombría», terminarán siendo protagonistas de accidentes de tránsito.
También es esa misma cultura la que normaliza el uso de armas de fuego o cortantes como herramientas de poder y control. El resultado son vidas perdidas. Deseo que en las escuelas se enseñe que un hombre de bien no necesita demostar de manera reiterativa su heterosexualidad.
La violencia contra la mujer es hija de esta cultura de estereotipos de género. La idea de que una mujer es propiedad o que el rechazo justifica el maltrato lleva a feminicidios. Sueño con que nuestras escuelas enseñen a los niños que amar significa respetar, y que ninguna relación justifica la agresión, ni con palabras, ni con golpes, y mucho menos con la muerte.
Por último, deseo que nuestras niñas aprendan a amarse tal como son. Las muertes de mujeres por cirugías plásticas innecesarias no son tragedias aisladas, sino el reflejo de una sociedad que les exige estándares de belleza foráneos a cualquier precio. Que nuestras escuelas les enseñen que su valor no está en cómo lucen, sino en quienes son.
Queridos Reyes, las mujeres no están en sus casas para criar: más del 65% de los hogares están liderados por ellas, que trabajan varias jornadas para proveer lo básico en un país donde la riqueza se concentra en pocas manos.
Por eso, les pido que nuestras escuelas asuman su rol como agentes de cambio. Que enseñen a los niños y niñas a vivir en equidad y respeto, ya rechazar los estereotipos que perpetúan la violencia y las desigualdades. Solo así podremos construir una sociedad más humana, más justa y, sobre todo, más esperanzadora.
Con cariño y esperanza,
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