Su historia refleja la de muchos envejecientes olvidados en los campos y barrios del país, hombres y mujeres que dieron todo por sus familias y ahora viven en la incertidumbre, esperando que alguien los mire, que alguien los escuche.
Hato Mayor.– En un rincón olvidado de Hato Mayor, el sonido de la lluvia ya no trae alivio, sino angustia. Cada gota que cae es una amenaza para Ramón García, un hombre de 106 años que apenas puede moverse, pero cuya voz y espíritu todavía revelan una voluntad inquebrantable de vivir.
}Su casa, ubicada en la calle Buena Vista Primera, en el Valle de Hato Mayor, hecha de madera vieja y láminas de zinc corroídas por el tiempo, se convierte en un charco cada vez que el cielo se abre. El agua entra por el piso y por las rendijas, empapa los pocos muebles y obliga a García y a su esposa María Martínez —una mujer de manos cansadas y rostro sereno— a pasar las noches en vela, tratando de salvar lo poco que tienen.
Ramón nació en 1919. Ha visto pasar guerras, huracanes, gobiernos y generaciones enteras. Pero ahora, a su edad, enfrenta la soledad más dura: la del abandono. Sus hijos, cuenta con tristeza, se alejaron hace años. “No sé dónde están… no sé si se acuerdan de mí”, murmura, mientras acomoda una cubeta para recoger el agua que cae del techo.
Vive junto a su esposa, quien no trabaja y apenas puede cuidar de él. No tienen ingresos fijos ni ayuda estatal. Los vecinos, cuando pueden, le llevan un plato de comida o un poco de agua potable. Pero sus mayores preocupaciones son las medicinas que necesita para sobrevivir. Ramón ya no puede ver, es diabético, y el costo de los medicamentos se ha vuelto inalcanzable.
En el video, se ve a Ramón sentado frente a su casa, con la ropa empapada, mirando cómo el agua sube lentamente alrededor. Su voz, temblorosa pero firme, pide una sola cosa: “Ayuda… pa’ poder vivir tranquilo, aunque sea esta Navidad”.
Su historia refleja la de muchos envejecientes olvidados en los campos y barrios del país, hombres y mujeres que dieron todo por sus familias y ahora viven en la incertidumbre, esperando que alguien los mire, que alguien los escuche.
Mientras las lluvias continúan afectando Hato Mayor y otras zonas del Este, García teme que su casa no aguante una tormenta más. “Cuando llueve fuerte, todo se moja… y no sé pa’ dónde coger”, dice, resignado, mirando al cielo nublado que parece no tener fin.
Para poder colaborar con Ramón García, se pueden comunicar con Santa Martínez al teléfono (809)-602-9279 o con Doris Ortiz al número (829) 379-2247, ambas parientes del señor.