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Batalla Electoral 2024

Ramon Reyes in memoriam

Ni el del funcionario rapaz o el político farsante, el comerciante deshonesto o el ladrón de cuello blanco. De cada uno hacía causa propia y la asumía como tal. Con pasión y con vehemencia.

TELEDEBATE, donde el era pieza fundamental, y nosotros estamos de duelo. Es dolor y pesar profundo con la partida definitiva de uno de los puntales de este espacio.

Hace algo más de dos meses, Ramón Reyes, quien por tantos años había compartido labores con nosotros, tuvo la que nunca imaginamos sería su última transmisión. Era, creíamos el y nosotros, que era un simple hasta pronto. Ramón iba a someterse a una delicada operación de corazón abierto, para la que no obstante se habían tomado las mayores previsiones de lugar. No había espacio para temor ni pesimismo. El pensaba que en poco tiempo regresaría a esta tribuna que para el era trinchera de las mejores causas. También lo pensábamos nosotros.

Lamentablemente no ha sido así. Los insondables designios de Dios le tenían reservado otro destino. Ramón se nos fue de madrugada, después de un dilatado y angustioso proceso post-operatorio que afrontó con su coraje y espíritu de lucha que le acompañaron toda su vida de incansable gladiador.

Nuestra amistad con Ramón tiene una data de antigüedad de más de cuarenta y cinco años, desde que en 1972 inicié una columna diaria de opinión en el vespertino El Nacional, del cual el era subdirector, labor que más tarde se amplió a editorialista del propio periódico y de la revista Ahora, lo que fue estrechando nuestra relación que de profesional trascendió al plano personal.

Desde entonces quedaron anudados fuertes lazos de amistad que fueron estrechándose cada vez más en el tiempo, y que en determinado momento posterior, nos llevó a compartir tareas en espacios radiales y televisivos, que culminaron con su participación como co-figura de conducción en TELEDEBATE.

Todos esos años de cercanía me permitieron aquilatar en su mayor amplitud los valores humanos y cívicos de Ramón de que hizo gala a lo largo de toda su existencia y de su intensa carrera profesional.

Luchador incansable, Ramón pertenecía a esa clase especial de ciudadanos indignados ante toda injusticia. Ninguna causa de abuso le era ajena. Ningún acto lesivo al interés público. Ningún atropello de una ensoberbecida autoridad. Ni el de la mujer maltratada por el macho intolerante; ni el del niño de la calle abandonado a su suerte por unos padres irresponsables.

Ni el del funcionario rapaz o el político farsante, el comerciante deshonesto o el ladrón de cuello blanco. De cada uno hacía causa propia y la asumía como tal. Con pasión y con vehemencia.

Al foro, en su profesión de abogado que ejercía al tiempo del periodismo, llevó la misma pasión por la justicia. Fueron muchas las veces que asumió la defensa de gente que no podía pagar por sus servicios. Y las ocasiones en que, inclusive, corrió con los gastos del proceso. No primaba en su ánimo la posibilidad de obtener honorarios por sus servicios, si no el afán de servir.

La honestidad estaba en su ADN. Corría por su sangre. Estaba en cada célula de su ser. Nunca nadie pudo acusarlo de un acto indecoroso. El ejercicio del periodismo lo entendía y practicaba como un ministerio sagrado. Había pertenecido y compartido con esa clase especial de grandes maestros del periodismo dominicano que integraron Germán Ornes, Rafael Herrera, Rafael Molina Morillo, Mario Alvarez Dugan y Radhamés Gómez Pepín. Fue cercano a todos ellos, colaborador en algún momento de su largo ejercicio profesional. Lo fue en especial con Molina Morillo, con quien inició su carrera y al que le unió una muy estrecha amistad.

La noticia de su deceso nos la dio temprano en la mañana, Dulce, su esposa y compañera fiel de toda su vida. En el fondo, la esperábamos. Sabíamos, casi a diario, de las dificultades que confrontaba en su proceso post-operatorio. Y aunque de nosotros siempre escuchó palabras de aliento, en el fondo sentíamos el temor de que algo no andaba bien.

Con su deceso el periodismo dominicano pierde a un valor veterano de meritoria y ejemplar carrera; TELEDEBATE a nuestra contra-partida con el que a diario analizábamos el acontecer nacional; y nosotros un querido y fiel amigo, que nos deja un vacío de afecto imposible de llenar.

En él se cumplió a plenitud el apotegma martiano “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien el sacrificio de la vida.”

Descansa en paz, querido, inolvidable Ramón.

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