Madrid.- El mundo entra en “números rojos” de recursos naturales desde este jueves, Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, una fecha que, según Global Footprint Network, cada década desde 1970 se ha adelantado un mes, lo que indica que el «actual sistema económico es insostenible».
Así lo explica a EFE el científico Alessandro Galli, director del programa para el área mediterránea de Global Footprint Network, organización que, para visibilizar la sobreexplotación de la naturaleza del modelo de producción y consumo de la sociedad actual, calcula cada año el Día de Sobrecapacidad de la Tierra.
Si en 1971 ese día -es decir, el momento a partir del cual la demanda de recursos de la humanidad supera la capacidad natural del planeta de suministrarlos anualmente- ocurría el 30 de diciembre, en 2022 la fecha se ha adelantado seis meses.
El cálculo consiste en dividir la biocapacidad de la Tierra entre la huella ecológica mundial -la presión que la actividad humana ejerce sobre las tierras de cultivo, las de pastoreo, las forestales y las edificadas, además de las zonas de pesca- y en multiplicar ese resultado por los 365 días del año.
La conclusión para este año revela que entre el 1 de enero y el 28 de julio el mundo ha agotado el presupuesto natural de la Tierra para todo 2022.
Así, se adelanta un día respecto a 2021, dado que la huella ecológica mundial ha aumentado en un 1,2 % mientras que la biocapacidad solo se ha incrementado en un 0,4 % en el mismo periodo.
Aunque en las últimas cinco décadas la fecha no ha dejado de adelantarse, el ritmo se ha reducido en los años más recientes, y en 2020 el Día de Sobrecapacidad de la Tierra dio un salto repentino hacia atrás (ocurrió en agosto, en vez de en julio) a causa de las medidas contra la pandemia.
Ese año, como consecuencia del confinamiento para evitar la expansión del coronavirus, «hubo por ejemplo una gran reducción en el uso de combustibles fósiles para el transporte», y la industria forestal experimentó otra importante disminución, precisa Galli.
Con todo, este experto matiza que, en términos generales, el único periodo de la historia en el que ha habido una reducción de la demanda de recursos ha sido el momento más crítico de la crisis financiera, «especialmente los años 2008 y 2009 para la región mediterránea».
«Esto indica que en los últimos 50 años la única reducción se ha dado a costa de la disminución de la calidad de nuestras vidas», lamenta el científico, aunque asegura que se puede aspirar a otro modelo económico que no comprometa la calidad de vida de las personas -y que incluso la mejore- respetando los límites planetarios.
«El crecimiento material, tal y como nos lo contaron, fue una estrategia que nuestras sociedades -más bien, su sistema económico- puso en marcha hace décadas, cuando los recursos no eran un factor limitante, para mejorar nuestra calidad de vida», aduce Galli, pero asevera que «ahora el juego ha cambiado: somos demasiados, y esa estrategia ya no funciona».
Sin embargo, el agotamiento de los recursos no es equitativo a nivel mundial, pues unos países (generalmente, los estados septentrionales) tienen una huella ecológica muy superior a los que se agrupan en lo que se suele denominar el sur global.
Global Footprint Network calcula esa fecha ajustada a cada país: en Estados Unidos y en Canadá, por ejemplo, este año el día fue el 13 de marzo, mientras que para España ha sido el 12 de mayo, y la de Ecuador ocurrirá el 6 de diciembre.
POSIBLES SOLUCIONES
El equipo de Galli ha investigado durante dos años las diversas alternativas que se han demostrado efectivas para minimizar el impacto ecológico y ha compuesto una base de datos, una suerte de abanico de soluciones llamado «El poder de la posibilidad», enmarcado en la campaña «Move The Date».
Galli arguye que habría que cambiar la «inercia» que mueve a los humanos y que «ha acostumbrado a hacer las cosas de una determinada manera», y apostar por nuevas formas de producir -y consumir- alimentos, así como de moverse y de ocupar el territorio (en ciudades más compactas, por ejemplo).
Por ahora, no obstante, las soluciones se han identificado sobre todo a nivel local, y el problema principal, según Galli, es cómo llevarlas a escala global, «pero todavía no veo que haya la voluntad política necesaria para ello», concluye.