El ser humano tiene cuerpo y alma; el cuerpo es lo visible, lo material; el alma, no se ve, es espiritual; se pone de manifiesto en los sentimientos, comportamientos, actitudes y acciones de la gente. Para cuidar el cuerpo, hay muchas empresas e instituciones, de corte económico, social, etc.…; para atender el alma, han surgido congregaciones religiosas, lugares de cultos: iglesias, santuarios, oratorios, ermitas, sinagogas, templos, monasterios, mezquitas, etc.
La misión de las instituciones religiosas es, básicamente, la misma: cuidan el alma, buscan paz espiritual, fomentan sanos valores, amor, igualdad, etc. en la persona y la humanidad; lo sustentan en la fe. Aunque coinciden en la esencia, tienen orígenes, ritos, reglamentos, vestimentas, figuras que las diferencian: Dios, Jesús, Jehová, Alá, Buda, etc.; enarbolándolos, despiertan esperanza, serenan el espíritu.
La fe, esa creencia no confirmada, es la herramienta utilizada para inyectar dogmas, credos y abrir templos; en muchas personas, el amor y la fe, surgen de manera espontánea, natural, en su diario vivir; otros los estudian, aprenden y hacen una profesión sobre ellos, para con más eficiencia, penetrar en la mente de las personas, guiarlas, ayudarlas; así forman los sacerdotes, pastores, diáconos, etc. que se dedican a orientar y orar, para cuidar el alma de la humanidad.
Indiscutiblemente, las instituciones religiosas son muy necesarias, para la paz espiritual; deberían ser como hogares cálidos, con las puertas abiertas todos los días, donde los feligreses lleguen a buscar paz, donde se encuentren como familia, no solo para determinados eventos. Preocupa que se perciban como negocios, que se dedican a cuidar almas, para ir al cielo, razón por la que abren, por pocas horas y los parroquianos no encuentren donde descargar sus penas e inquietudes. Ayudaría a los eclesiásticos, formar pequeñas comunidades de parroquianos que le ayuden, de manera voluntario, en algunas actividades; sabemos que se sostienen, con subvenciones del gobierno, diezmos, con ayuda de la comunidad.
Las creencias religiosas se pueden fomentar en soledad, en familia, en grupo y en cualquier lugar; las ventajas de los templos es que todo el escenario señala al Todopoderoso; hay orientadores espirituales; aglutinan personas con los mismos sentimientos, que se apoyan, ayudan, se sienten cómodos y comprendidos, como en familia. Creo en Dios, en Jesús; pero suelo entrar en cualquier templo donde mencionen al Todopoderoso, no importa como le llamen; busco esa fuerza sobrenatural, oculta, capaz de escuchar, iluminar y conducir por el camino del bien.
Indiscutiblemente, las estructuras religiosas son necesarias para la salud del alma, para despejar la mente, para la paz; con diferentes formas de actuar, son fuentes de desahogo, serenan el espíritu; regidas por seres humanos, tienen debilidades, pero debemos ayudarlos a ser celosos guardianes de su misión; evitar contradicciones entre las palabras y los hechos; que no se perciban como negocios que sobreviven, fomentando el fanatismo, basados en la fe. Dios observa, deben ser fuentes de amor y paz para la humanidad.