La República Popular China fue fundada en octubre de 1949, y sólo fue admitida en la Organización de Naciones Unidas treinta años después.
Ocupó inmediatamente el lugar de la República de China, Taiwán, en el Consejo de Seguridad. Durante esos treinta años fuera de la ONU, sólo una parte de los Estados miembros reconocían al nuevo Estado fundado por el Partido Comunista después de triunfar en la guerra civil que se desarrolló desde 1946 a 1949 en el gran territorio que ocupa China en Asia Continental.
La raíz de esta ambigüedad en las relaciones internacionales había que buscarla en los resultados que produjo el conflicto internacional bélico denominado Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y en la consecuente tensión entre gobiernos que se conoció como guerra fría.
No obstante, el paso del tiempo y la creación de un gran mercado de consumidores en China y el fortalecimiento de su Super Estado cambiarían la actitud de los demás Estados del mundo frente al nuevo Estado.
El cambio frente a la República Popular China fue notable desde antes de 1979. El Gobierno de Italia, un país que se democratizó en 1945 cuando desapareció la dictadura de derecha fascista, ya en 1970 había reconocido a la nueva China, y lo hizo nueve años antes que el presidente de los Estados Unidos de América Jimmy Carter tomara la decisión de establecer relaciones diplomáticas con la gran nación asiática.
Por lo demás, a pesar de las diferencias ideológicas, la junta militar anticomunista de Chile y el gobierno marxista y socialista de China establecieron relaciones contínuas normales y crecientes a partir de la desaparición en septiembre de 1973 del gobierno social democrático de Salvador Allende.
Los intereses comerciales se impusieron en las diferencias políticas internacionales. Así, con el tiempo otros países de América Latina fueron vinculándose a China a través de esa política exterior abierta digamos que sin prejuicios en ambas direcciones.
Relacionarse con un gran país, con una cultura milenaria, una civilización que ha aportado tanto durante siglos al desarrollo de la humanidad, ha sido un gran logro para los países latinoamericanos.
Nuestro pequeño país siempre ha mantenido buenos vínculos con el pueblo y la cultura china. Las relaciones diplomáticas abiertas establecidas en 2018 han profundizado estos vínculos.
Es difícil afirmar cuál país de la América Latina se ha beneficiado más de las relaciones con la República Popular China, pues en términos cuantitativos tendríamos que hacer esta evaluación manteniendo el criterio de la proporcionalidad del PIB y otros factores de la sociedad y la economía.
Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es el de las opciones de libertad de escoger múltiples vínculos mundiales que antes no existían y que ahora son factores que favorecen el desarrollo de los pueblos.
Un caso en particular que debe ser objeto de estudios rigurosos es el de un país tan grande como Brasil.
Las relaciones diplomáticas entre la República Popular China y Brasil datan del 1974, se inician después de haberse instalado en 1964 un régimen militar de derecha anticomunista y cuando aún estaba suprimida la democracia política restituída en 1984.
A pesar de las diferencias ideológicas, sin importar las orientaciones políticas internas de los gobiernos brasileños, las relaciones entre el Estado Federativo del Brasil y la República Popular China se han acrecentado en todos los órdenes durante cinco decenios.
Como se ha indicado persistentemente, “China desea desarrollar relaciones con todos los países del mundo en base de los cinco principios de respeto mutuo a la soberanía estatal e integridad territorial, no agresión, no intervención en los asuntos internos de otros países, igualdad, beneficio recíproco y coexistencia pacífica.”
Brasil pertenece junto a China, Sudáfrica, India y Rusia al grupo de países del acrónimo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica).
El concepto se acuñó para nombrar hace dos decenios a las economías de esos cinco países que ocupan grandes extensiones del globo terráqueo y con la mayoría de la población y recursos mundiales. Ahora China está a punto de convertirse en la primera economía de la tierra, algo que nadie pensó que podía suceder en 1949.
El autor fue embajador de la República Dominicana ante la Santa Sede, Grecia, Orden de Malta y el Reino de Suecia.
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