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Restaurar la confianza

Entre muchos otros roles, la confianza, según Niklas Luhmann, tiene uno de sus mayores efectos en la reducción de la incertidumbre al simplificar la interpretación de un contexto complejo a los términos de un sistema más asequible para el sujeto. Los cientistas sociales se han encargado de postular que existe un vínculo estrecho entre confianza y cohesión social.

En efecto, se ubica a la confianza como un factor clave del capital social, entendido éste como la expectativa que tendríamos de que en la colectividad va a predominar un comportamiento sujeto a normas comunes de cooperación y honestidad.

De esta interpretación se desprenden dos aspectos que parecen de mayor interés: por una parte la existencia de normas comunes, es decir, de prescripciones acerca de lo que es correcto o incorrecto así como de criterios de valor y de evaluación de los comportamientos con apego a un conjunto de estándares compartidos por el colectivo, y por la otra, la que se refiere a la expectativa de que los comportamientos objeto de evaluación sean coherentes con dichas normas.

Un aspecto interesante es que la confianza es un concepto relacional: se refiere a la carga subjetiva que establece un actor respecto de su expectativa acerca del comportamiento de otro actor.

Algunos estudios sobre el tema indican que en lo que toca a la construcción o pérdida de la confianza es imprescindible la superación del miedo de unos hacia otros, la expectativa de que se producirá un comportamiento acorde a lo esperado y de que hay unas reglas y garantías que impedirán que las acciones sean aprovechadas por el otro para obtener una ventaja que vaya en detrimento de los intereses de uno.

Estas ideas, referidas de forma ligera, no tienen una pretensión académica o teórica, sino que nos detenemos en ellas en la medida en que sirven para comprender factores importantes en lo que respecta al incremento de los incidentes de violencia y criminalidad asociados con la situación de inseguridad ciudadana percibida y experimentada como creciente en los últimos tiempos. La seguridad ciudadana es una obligación estatal, un bien público: su deterioro afecta la calidad de la convivencia social.

Restaurar la confianza es imprescindible si queremos resolver el déficit de seguridad ciudadana. Estudios recientes indican que la confianza en la policía, el sistema de justicia y la administración pública en su conjunto aparecen como imprescindibles para construir un clima de convivencia que potencie el desarrollo humano.

Esto implica la necesidad de construir o reconstruir el apego y aceptación ciudadanas respecto de unas normas, valores y criterios para determinar cuáles conductas refuerzan la convivencia y cuáles no. Pero más aún, se requiere refundar, reorganizar o reconstituir las instancias o instituciones que se relacionan directamente con la percepción y sensación de seguridad ciudadana. Esto último es un proceso complejo que requiere lograr acuerdos en el entendimiento de valores, prioridades y esfuerzos.

Pero la situación por la que atravesamos impone múltiples urgencias. No actuar en lo inmediato para contener y disuadir la criminalidad y para reducir la extendida sensación de vulnerabilidad y riesgo, simplemente generaría un incremento, tanto de conductas indeseables como de la desconfianza que se encuentra en la base de los problemas de seguridad ciudadana.

De ahí que al tiempo que se trabaja en la definición de métodos y formas de abordar a mediano y largo plazo la cuestión, se considera urgente actuar en la contención y disuasión, de modo que se puedan comenzar a crear las bases para que la gente pueda esperar  cambios positivos. El trabajo es complejo: recuperar la confianza en las instituciones responsables y recuperar la confianza en nosotros mismos para lograr la convivencia social que tanto anhelamos, un desafío que debemos resolver como sociedad. Hemos comenzado a hacerlo, y todavía estamos a tiempo.

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