Por años la República Dominicana ha venido arrastrando una elevada tasa de muertes maternas y neo-natales. Ha sido una de las metas del milenio que el país no ha podido cumplir. Y cada año, frente a las altas cifras registradas en ambos aspectos, en vez de armonizar esfuerzos para superar el problema, se repetía el mismo penoso e infructuoso espectáculo entre las autoridades de Salud Pública y el Colegio Médico Dominicano responsabilizándose mutuamente de ser culpables de la situación.
Así, mientras las autoridades achacaban a los médicos de mostrarse insensibles e inhumanos y no prestar la adecuada atención ni darles el seguimiento a las parturientas y los recién nacidos, los galenos, a su vez, argumentando no disponer de los medios necesarios para brindar adecuados cuidados debido a la desatención y desabastecimiento de las maternidades por parte del Ministerio. Lo más penoso de todo es que la mayoría de esas muertes en ambos casos, alrededor de un setenta por ciento, se consideraban evitables.
Fue a comienzos del pasado año que con la finalidad de mejorar tan preocupantes índices de mortalidad, la UNICEF y Salud Pública realizaron el lanzamiento del programa “Certificación en Calidad y Humanización de la Atención en Salud a la Madre y al Recién Nacido” para aplicación en los centros de salud pública, extensivo a los centros privados, los patronatos y las ONG, con la elaboración de unos manuales donde paso a paso se van señalando las medidas a adoptar tanto a favor de la parturienta como los recién nacidos.
Fue en torno a las directrices de ese manual y con el compromiso de darle cumplimiento que Salud Pública y los médicos trabajaron durante el pasado año mano a mano, sin que al finalizar el mismo, a diferencia de las ocasiones anteriores, hubiese motivo de reproches ni inculpaciones mutuas ni el clásico intercambio de lanzarse cajas y cajones.
Ahora la UNICEF acaba de reportar que la mortalidad materna en el país se redujo en el 2019 en un 31 por ciento mientras la neonatal registró una mejoría de un 25 por ciento. Es una buena señal de que el esfuerzo combinado de la organización de las Naciones Unidas para la protección de la infancia, los médicos y autoridades sanitarias ha comenzado a dar sus frutos.
Cierto que todavía el país registra tasas muy elevadas de mortalidad materna e infantil. Pero lo importante es que se han empezado a dar pasos firmes en esa dirección y comenzado a cosechar los primeros logros. Son resultados alentadores, vidas que se han salvado y que deben servir de estímulo para continuar por ese mismo rumbo de compromiso, colaboración y responsabilidad.
De esperar que no haya desvíos y que esa misma disposición de trabajo conjunto se extienda y manifieste en todo lo relacionado con el campo de la medicina preventiva y asistencial a la población, donde la meta más importante es garantizar la salud y la vida de la gente.
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