Lo conozco desde que hace añales, Pablo McKinney me lo presentó informalmente en su columna (como tenía que ser). Y lo conocí más cuando me confesó (en una entrevista radiofónica que ahí mismo dejó de ser formal) que venía a esta isla a ver si se “tiraba” una negra. Y lo conocí mucho más desde que me declaré fanático de su mundo y de sus canciones (que son lo mismo). Y hoy, cuando cada domingo, en “Casa del Carajo” (mi país muy personal, lejos de República Dominicana), consumo con fruición sus luminosas vainas, declaro que si vuelvo a nacer me gustaría ser tan loco como Joaquín Sabina.