SANTO DOMINGO.- Eran apenas las 12:50 de la madrugada cuando el teléfono del subdirector del Centro de Operaciones de Emergencias (COE), coronel Erwind Olivares, comenzó a sonar sin cesar. Al otro lado de la línea estaba el mayor general Juan Manuel Méndez, director del organismo, con una advertencia urgente: “Acaba de suceder un colapso en la discoteca Jet Set”.
Olivares no necesitó más detalles. Sabía que era lunes, noche tradicional de merengue y fiesta en el icónico local de la avenida Independencia. Y también sabía que, a esa hora, el lugar debía estar lleno.
Lo que ocurrió después fue un despliegue frenético y cargado de emociones en uno de los operativos de rescate más complejos que ha enfrentado la República Dominicana en años recientes. Rescatistas se lo contaron así a El Informe con Alicia Ortega.
“Un pancake completo”
“Cuando llegué, vi un colapso total del techo. Giré a la izquierda hacia la puerta de emergencia y confirmé lo mismo. Ya sabía que teníamos lo que llamamos un ´pancake´”, relató Olivares.
El término técnico hace referencia al colapso total de una estructura, como si los pisos se apilaran como panqueques, atrapando a todo y a todos en su interior.
En cuestión de minutos, se activaron todas las unidades de rescate urbano, incluyendo al Grupo Hurón, del Cuerpo de Bomberos del Distrito Nacional, y las ambulancias disponibles desde San Cristóbal hasta Monte Plata, con el objetivo de alcanzar una capacidad de respuesta de 30 a 40 ambulancias.
Pero más allá del protocolo y las decisiones técnicas, el colapso del Jet Set fue una tragedia que caló hondo en cada uno de los rescatistas.
“No soy un robot. Tampoco puedo dejarme llevar por la emoción. Pero este fue el evento más catastrófico que he visto en mi carrera”, dijo Olivares con voz quebrada.
“Córtenme el pie, pero sáquenme”
El coronel Fabio Miniato, comandante del Grupo Hurón, llegó al lugar minutos después de Olivares. Italiano de nacimiento, con casi tres décadas de servicio en el país, fue testigo directo del caos.
“Había muchas personas tratando de sacar a los atrapados, pero sin saber cómo. Eso es un peligro. A veces, queriendo ayudar, terminas haciendo más daño”, explicó.
Uno de los momentos más impactantes para Miniato fue cuando, en plena madrugada, comenzaron a sonar decenas de celulares bajo los escombros.
“Era como si sonara una guagua entera… todos eran familiares llamando. Ese sonido es algo que no se me va a olvidar nunca”, dijo. También recordó el ruego de un hombre atrapado: “¡Córtenme el pie, pero sáquenme de aquí!”.
El coronel Juan Tavares, director de operaciones del Grupo Hurón, llegó al lugar aún sin imaginar la magnitud del desastre. “Yo pensaba que había colapsado una parte del techo, como la cocina. Pero cuando vi a la gente llorando, ensangrentada, supe que era mucho más grande”, dijo.
Lo que más lo marcó fue una súplica con nombre propio. “Uno intenta mantenerse frío, pero cuando te gritan ‘¡Sácame, Tavares!’, por tu nombre, eso te parte. Te da una impotencia brutal porque uno quisiera levantar todo al mismo tiempo”.
Tavares, ingeniero de sonido en su vida cotidiana, conocía personalmente a una de las víctimas. “El hermano de Rubí me dijo: ‘Ella está ahí adentro, al frente de la tarima. Sácamela’. Ese momento me derrumbó por dentro”, recordó.
Para el teniente Hernández, otro miembro del equipo, entrar a la discoteca fue como cruzar a otro mundo. “No se veía casi nada. Todo estaba oscuro. Solo usábamos las luces de los carros y linternas.
Caminábamos entre cuerpos atrapados. Tropezabas con alguien y no sabías si estaba vivo o muerto”, relató.
Lo más difícil para él fue enfrentarse al rostro desesperado de un hombre que le pidió ayuda para rescatar a su esposa. “Me dijo que ella estaba llamando desde adentro, que estaba atrapada pero viva. Solo pude decirle que haríamos todo lo posible. Uno no puede prometer más de lo que sabe que puede cumplir”.
Hasta el momento, no se ha establecido con precisión cuántas personas estaban dentro del local al momento del colapso.
La discoteca, con unos 400 metros cuadrados de espacio, estaba en su hora pico.
Los relatos de los rescatistas dan cuenta de decenas de víctimas, algunas visibles, otras aún bajo los escombros en las primeras horas del siniestro.
Las imágenes captadas por los equipos de rescate muestran un panorama de devastación: cuerpos atrapados, gritos de auxilio, teléfonos sonando en la oscuridad y socorristas luchando contra el tiempo y la desesperación.
“Uno procesa esto cuando llega a la casa. Cuando las luces se apagan y estás solo con lo que viviste”, dijo Tavares.
Para él y sus compañeros, el rescate en Jet Set no fue solo una operación, sino una marca imborrable en sus vidas. Una noche en la que, aunque lo intentaron todo, sintieron que nunca fue suficiente.
Y mientras continúan las investigaciones para determinar las causas del colapso, los testimonios de los rescatistas dejan claro que aquella madrugada no se trató solo de ruinas, sino de humanidad puesta a prueba, de lágrimas contenidas entre el polvo y del valor de quienes, pese al horror, nunca dejaron de entrar.
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