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Salud y larga vida a Juan Bolívar

Cerca de las seis de la tarde de ayer jueves una amiga me llamó para informarme que Juan Bolívar Díaz  había tenido un aparatoso accidente automovilístico en la carretera Duarte, próximo a Villa Altagracia, donde tanto él como esposa probablemente habían muerto.

Fue como un rayo de fuego clavado en el centro del corazón.

Ahora no tengo palabras para describirlo, pero en milésimas de segundos muchas cosas pasaron por mi cabeza incluyendo la posibilidad de que el accidente, como ha ocurrido tantas veces, fuera provocado por la caverna maldita que inició una campaña difamatoria su contra por representar una corriente de opinión crítica y responsable en los medios de comunicación donde labora.

Recordé que en apenas horas lo vi sentado casi a mi lado en aquel acto maravilloso de solidaridad en la Universidad Autónoma de Santo Domingo organizado por un grupo de colegas y amigos donde se dieron cita personalidades del mundo político, intelectual, empresarial, magisterial y de la comunicación.

Lo recordé emocionado casi al punto de estallar en llanto ante tantas muestras de solidaridad sincera leyendo aquellos versos del uruguayo universal Mario Benedetti.

Y no lo podía creer.

No, no es posible. Juan no puede morir tan inútilmente durante un accidente de tránsito, me dije.

Tanta capacidad y talento no pueden ser enterrados de ese modo.

Me negaba a creerlo.

La vida no podía regalarle la muerte de Juan Bolívar a la caverna política difamatoria vigente  desde la tiranía trujillista.

Rápidamente llamé a varios amigos con la esperanza de que no fuera cierta la trágica noticia.

Marqué nervioso el móvil de Ramón Colombo, hermano de tinta en más de una redacción, de Juan Bolívar, quién confirmó el accidente, pero sin las consecuencias funestas…

Respiré profundo. Y la cabeza dejó de darme vueltas. La arritmia cardíaca se detuvo.

Fue un minuto de angustia convertido en un siglo de dolor inesperado.

Y aquí estoy en mi casa, sentado frente al computador escribiendo esta nota de alegría, tomando un  trago y brindando a la salud de mi buen amigo Juan Bolívar Día.

¡Salud y larga vida, hermano!

Juan T H

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