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Santiago es Santiago

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Todo santiaguero, como este articulista, aprende desde pequeño el grito de guerra: ¡Santiago es Santiago y las Águilas son las Águilas! Para cualquier extraño, esto podría parecer una simple alharaca provinciana, pero en realidad la noción de que “Santiago es Santiago” refleja el justificado orgullo de los oriundos y habitantes de esta ciudad, la cual ha tenido y sigue teniendo un lugar prominente en la historia dominicana. Desde cualquier ángulo que se mire, Santiago tiene características singulares que la hacen un lugar especial en la configuración de nuestra identidad nacional.

Cuna de los primeros, y tal vez los únicos, pensadores liberales dominicanos, Santiago emerge en la historia dominicana como un lugar progresista, con una economía de pequeños y medianos productores y comerciantes que sirvió de contrapeso a la estructura de poder oligárquico que se conformó principalmente en el este del país, aunque también en el sur y la propia ciudad capital. Por eso Santiago desempeña un papel estelar en la guerra de restauración que nos devolvió la independencia que había sido gratuitamente sacrificada por el hatero Pedro Santana. No es casual tampoco que ninguno de los dictadores dominicanos haya nacido en Santiago y que figuras destacadas de la misma hayan jugado papeles estelares en los procesos de democratización.

Santiago es fuente de orgullo también por muchos otros factores: la idiosincrasia y el temperamento de su gente, su cadencia particular al hablar, su música de tierra adentro, sus cigarros que son los mejores del mundo, su cultura y arquitectura, su pujanza económica y sus instituciones locales que han sido ejemplos de concertación entre diferentes sectores sociales. La primera universidad no estatal del país –la Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra- surge precisamente en esta ciudad y su campus principal cuenta con una infraestructura y una belleza escénica de estándar mundial. Y el Estadio Cibao es, sin dudas, el más alegre, intenso e iconográfico del país.

De buenas a primeras nos encontramos que un grupo de legisladores y políticos desea fraccionar la ciudad y desprender un nuevo municipio que se llamaría “Santiago Oeste”, sin entender que la estructuración social, política y cultural de Santiago es el resultado de la sumatoria de todos los elementos que la componen, por lo que dividirla atentaría contra esa fuerte identidad que se ha construido históricamente en torno a esta ciudad. Por supuesto, no es que nunca haya mérito para que una determinada ciudad pueda ser dividida por buenas razones de gestión y administración, y a veces hasta de identidad diferenciada, pero resulta sencillamente que este no es el caso. La iniciativa parece más bien motivada para crear un nuevo escenario institucional de cargos electivos, burocracia y manejo de recursos, es decir, los malos motivos para quebrar la unidad de una ciudad y un municipio que tanto peso tiene no solo en la región del Cibao, sino en todo el país.

Más bien, el debate sobre la división político-territorial del país debe orientarse a cómo consolidar espacios con miras a una mayor racionalidad y viabilidad en un pequeño país que cuenta con 31 provincias más un Distrito Nacional, 158 municipios y 233 distritos municipales. En lugar de fraccionar, bajo un mal entendido concepto de la descentralización y la participación popular, lo que se debería estar buscando es fusionar algunas provincias, unir algunos municipios y consolidar algunos distritos municipales con el fin de lograr no solo una necesaria reducción de la burocracia y el gasto público, sino también una mejor coordinación y gestión de las políticas públicas.

La Constitución de 2010 trazó los lineamientos sobre esta materia. La misma dedicó un título al ordenamiento del territorio y la Administración local, uno de cuyos artículos (artículo 193) dispuso: “La organización territorial se hará conforme a los principios de unidad, identidad, racionalidad política, administrativa, social y económica”. ¿Pasaría este riguroso test constitucional la propuesta de crear un municipio con los barrios del noroeste de Santiago? ¿Dónde está la racionalidad política, administrativa, social y económica que sirvan de sustento a la creación de un nuevo municipio de las entrañas del Santiago histórico?

Con el fin de garantizar los principios y la racionalidad establecidos en el citado artículo, la Constitución establece como una de las atribuciones del Congreso Nacional la siguiente: “Crear, modificar o suprimir regiones, provincias, municipios, distritos municipales, secciones y parajes y determinar todo lo concerniente a sus límites y organización, por el procedimiento regulado en esta Constitución y previo estudio que demuestre la conveniencia política, social y económica justificativa de la modificación”. Como se ve, la Constitución establece un riguroso estándar para tomar decisiones que impacten el ordenamiento territorial del país, lo que debe servir de advertencia a quienes se proponen dividir el municipio de Santiago sin cumplir a cabalidad con esos principios rectores y con la racionalidad que la Constitución desea que impere en dicho ordenamiento.

No es casual que más de trescientas instituciones de Santiago –asociaciones y federaciones deportivas, culturales y comunitarias, colegios y grupos profesionales, entidades empresariales, universidades, entidades cívicas, voluntariados, entre otras- hayan publicado un manifiesto en el que expresan no solo su firme oposición a la pretensión de crear el mal denominado municipio “Santiago Oeste”, sino también las razones económicas, sociales y culturales por las cuales el municipio de Santiago debe permanecer con la configuración que tiene. Este articulista apoya ese manifiesto, a la vez que espera que en lugar de continuar con el fraccionamiento irracional del territorio nacional comience un proceso de debate, el cual debe darse en torno al Plan de Ordenamiento Territorial que manda el artículo 194 de la Constitución, con miras a dotarnos como país de una división político-territorial que se rija por los principios que el propio texto constitucional define y ordena.

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